Una tarde divertida
Couto / Camino, Tato, Núñez
Toros de Couto de Fornilhos, con trapío, tres terciados y tres cuajados; encastados. 2º, 5º y 6º, excelentes.
Rafael Camino: estocada tendida perdiendo la muleta, ruedas de peones y descabello (oreja con mínima petición y con protestas); pinchazo, estocada trasera y rueda de peones (silencio). El Tato; pinchazo y bajonazo (silencio); estocada trasera y rueda de peones (oreja con escasa petición). Rodolfo Núñez, que tomó la alternativa: estocada muy trasera (escasa petición y vuelta); estocada trasera -aviso- y descabello (ovación y salida al tercio). Se guardó un minuto de silencio en memoria de El Estudiante. Plaza de Las Ventas, 16 de julio. Más de media entrada.
Hubo toros y toreros, y se divirtió el personal. O sea, que nos divertimos todos. Incluido el presidente -llámase Marcelino Moronta-, quien debió volverse loquito de alegría y se puso a regalar orejas. No a todos ni con el mismo fundamento. Por ejemplo, a Rodolfo Núñez no le regaló ninguna. A lo mejor aún no se le había puesto el cuerpo de jota.Es el caso que Rodolfo Núñez le hizo al toro de su alternativa el mejor toreo de la tarde, y se quedó sin oreja. En cambio El Tato sí la tuvo, con la misma petición, y Rafael Camino otra, sin que la hubiera solicitado apenas nadie. Vistas estás surrealistas actuaciones administrativas, se tuvo la impresión de que Marcelino Moronta no daba pie con bola. O quizá fuera que había tomado el palco por su cortijo particular.
Las clásicas meteduras de. pata del presidente, una tontería más en la vida -comentaban algunos aficionados. Pero las meteduras de pata y las tonterías tienen consecuencias. Y a ver quién repara el agravio comparativo cometido con Rodolfo Núñez, un interesante torero necesitado de contratas y de triunfos que las propicien.
Al toro de la alternativa, que se colaba descaradamente, lo toreó con aplomo y dominio de la situación. De manera que nada más concluir los pases de tanteo ya tenía la pañosa en la izquierda y ya ligaba los naturales presentando el engaño adelante, trayéndose toreado al toro con mando y templanza, y al rematar las tandas se lo echaba por delante en apretados pases de pecho.
El mejor toreo cuajó Rodolfo Núñez en esas series de naturales y luego lo intentó por el derecho, lado malo del toro, aguantando sus intemperancias. Buena faena, que se vino un poco abajo en las postrimerías por alargarla innecesariamente el diestro, siguiendo esa moda absurda de estar pegando pases hasta la consumación de los siglos.
El toreo de Rafael Camino fue igualmente de altos vuelos en diversos pasajes de su actuación, lo mismo de capa que de muleta. Con el paréntesis de un quite sensacional que hizo Rodolfo Núñez al peón Camino (primo del matador) al caerse a la salida de un par de banderillas. El toro iba a pegar certero la cornada cuando Rodolfo Núñez interpuso el capote, desvaneció en sus vuelos el guadañazo y se llevó lejos al agresor.
Los ayudados por bajo de Rafael Camino fueron torerísimos, tuvieron arte y empaque los redondos, hondura y ajuste los pases de pecho. En los naturales le faltó temple y ahí empezó a entrar en fase de mediocridad la faena, que en la vuelta a los derechazos ya no alcanzó la categoría de la fase primera.
Los toros salían bravos y nobles. La corrida de Couto de Fornilhos, irreprochablemente presentada aunque los primeros ejemplares no pasaran de terciados, daba ocasión al lucimiento de los toreros y llenaba (le amenidad la lidia, como siempre ocurre si hay toros encastados en el ruedo.
El Tato le dio muchos pases al tercero si bien se colocaba fuera de cacho, la suerte descargada y así no había manera (le transmitir emoción. Se recreció en el quinto -otro gran toro- al que recibió con una larga cambiada y lo toreó ceñido por redondos. Deslució los naturales, en los que cada pase acababa en enganchón, y recuperó la templanza y el sosiego en su retorno a las tandas de derechazos, cuyos remates con el de pecho y la trincherilla poseyeron gusto y torería.
Al cuarto lo toreó Camino con superficialidad y distanciamiento. Acaso había perdido la ilusión. Que le protestaran la oreja del anterior toro debió sentarle muy mal pues, de regreso al callejón, arrojó el despojo a la arena. Nunca se había visto semejante desaire.
Claro que si de desilusiones se trata, peor había de ser el caso de Rodolfo Núñez, marginado injustamente por el disparatado individuo que ocupaba la presidencia. Y, efectivamente, estuvo pasando sin convincción al sexto -un poderoso ejemplar que derribó dos veces-, sufrió desarmes, y sólo al final del trasteo se acopló a la boyantía del toro enjaretándole unos ceñidos redondos.
Toros de casta, toreo bueno, incidentes varios, el gran quite de Rodolfo Núñez, voltereta del peón Manolo Cantillo cuando bregaba, algunos derribos; es decir, corrida argumentada y emocionante. La afición no daba crédito a tanta maravilla. Y pensar que la fiesta siempre fue así... Hasta que la volvieron del revés unos taurinos irresponsables y la dio la puntilla el nefasto reglamento Corcuera.
Babelia
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