La tonada más elegante
Caetano VelosoCaetano Veloso (voz y guitarra), Jacques Morelenbaum (chelo), Mo Brasil (guitarra) y Mingo Araujo (percusión). La Riviera. Madrid, 7 de julio.
Hace ahora un año que Caetano Veloso y Gilberto Gil regalaron al público una de las actuaciones más hermosas que se recuerdan en la ciudad. Esta vez no pudo ser. Y no por el brasileño, que planteó un concierto magnífico, sino porque no se disfrutan sus canciones de pie entre corrillos de personas que mantienen animadas tertulias con una copa en la mano. Su propuesta acústica, intimista y casi minimalista, reclamaba a todas luces un teatro o, al menos, unos asientos. Él mismo estaba apesadumbrado y no se cansó de repetirlo y de repetir disculpas.Caetano Veloso tiene duende. Cante en portugués o lo haga en español, resulta seductor como pocos. Si alguna palabra le sienta como anillo al dedo es elegancia; la otra bien podría ser inteligencia.
Cuando varios de sus compatriotas aceptaron el cambalache de cantar en castellano sus viejos temas, él aprovechó para sacar adelante un proyecto que le rondaba por la cabeza desde siempre: grabar algunas de las canciones hispanoamericanas que pusieron banda sonora a su juventud. Y transformó así una idea comercial peregrina en una sugerente realidad artística: Fina estampa. Aquellas maravillosas canciones argentinas, puortoriqueñas, cubanas, mexicanas o peruanas, son las que se trajo a Madrid.
Comenzó con El samba y el tango, que interpretaba allá por los años treinta Carmen Miranda, y quizá la primera canción brasileña que mezcló español y portugués. Le siguieron Pecado, Vete de mí, Lamento borincano, Capullito de alhelí -la favorita de los niños-, Un vestido y un amor... Y llegó Vuelvo al sur, homenaje a Piazzolla; después, Corcovado, el recuerdo a Jobim. El día de diciembre en que éste murió, Caetano tenía que dar un concierto y no pudo reprimir el llanto sobre el escenario.
Con Eu sei que vou te amar evocó además a Vinicius de Moraes, que se marchó por estas fechas hace ya quince años; en Mano a mano, deje porteño incluido, rememoró a Gardel, ausente desde que su avión se estrellara cerca de Medellín en el verano de 1935.
Admiración
También cantó Ay amor, guiño a Pedro Almodóvar, preparada horas antes en su cuarto de hotel, escuchando la grabación original de Bola de Nieve, y hubo espacio para composiciones propias como la liviana O leâozinho o la inquietante Haití.
No es necesario que Byrne o Sakamoto proclamen su admiración por Caetano Veloso. Ni siquiera que se publiquen nuevas tesis doctorales sobre aspectos de su obra en prestigiosas universidades europeas. Por aquí se sabe desde hace tiempo quién es este espléndido artista. Y, pese a todos los pesares, oírle en directo fue de nuevo un privilegio. En español aún más, porque pronto volverá a caetanear tan sólo en su idioma materno.
Babelia
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