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Las críticas contra sus privilegios inmobiliarios acorralan a Alain Juppé

Enric González

La vivienda parisina del primer ministro Alain Juppé se ha convertido en el eje de la actualidad política francesa. Su piso municipal, de 189 metros cuadrados a precio benevolente, y los que disfrutan, en condiciones similares, varios miembros de su familia -los dos hijos, la ex esposa y el cuñado- han colocado a Juppé en una situación delicada. El Sindicato de la Magistratura señaló ayer que el primer ministro pudo haber incurrido, en su anterior cargo de adjunto al alcalde de París, en un "grave delito de injerencia" que podría acarrear su inhabilitación.

Juppé compareció anoche en televisión para afirmar que no había cometido "delito alguno" y que las críticas generalizadas contra sus privilegios inmobiliarios "no impedirían desarrollar" su acción de gobierno.No ha existido "período de gracia". Tras siete semanas al frente del Ejecutivo y en plena tormenta por su situación inmobiliaria, Alain Juppé empieza a mostrar signos de desgaste. En la historia reciente de Francia, únicamente la efímera Edith Cresson, primera ministra de François Mitterrand en 1991, mostró una capacidad de autocombustión superior a la de Juppé. Cresson se hundió a sí misma por su incontinencia verbal. Juppé, buen administrador y hombre cauteloso, con una mayoría abrumadora en la Asamblea Nacional, ha conseguido agotar el impulso de toda victoria presidencial y de todo nuevo gobierno en 50 días. Su arranque ha sido asombrosamente malo.

Al margen de su torpeza en el uso) del parque inmobiliario parisino y del acoso por parte de los jueces, que siguen engrosando el sumario sobre irregularidades en la financiación del gaullismo, Alain Juppé sufre las consecuencias de dos errores políticos. El primero es atribuible al presidente Jacques Chirac, que prefirió no disolver el Parlamento tras su elección y mantener la mayoría parlamentaria heredada de Édouard Balladur. Juppé, bajo las órdenes de Chirac, tuvo que formar un Gobierno de fieles, sobrado de juventud y falto de experiencia.

La falta de pesos pesados se pone de manifiesto en estos días tormentosos: ningún ministro tiene capacidad para salir al quite y poner a salvo a Juppé. Esa función ha tenido que asumirla, ya varias veces, el propio Jacques Chirac. Pero eso supone una anómala inversión de papeles. En la V República, el primer ministro es el fusible del presidente-rey, y no al revés. Juppé no puede contar indefinidamente con la protección de Chirac. Si se convierte en un lastre para el líder gaullista, éste no tendrá otra opción que sustituirle.

Desconfianza liberal

El segundo error, derivado de la resaca balladurista, radica en la desconfianza del dúo Chirac-Juppé hacia la Asamblea Nacional. El plan de creación de empleo, plato fuerte, pese a su insipidez, del Gobierno Juppé, fue presentado antes a la prensa que al Parlamento. Una pequeña minoría de gaullistas balladuristas y, sobre todo, el grueso de la variopinta coalición liberal Unión para la Democracia Francesa (UDF), creada por el ex presidente Valéry Giscard d'Estaing y hoy en plena crisis de liderazgo, se tomó la revancha y vapuleó hace dos días al Gobierno.

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Juppé presentó el miércoles en el Parlamentó sus planes de reforma constitucional para el uso discrecional del referéndum, y numerosos diputados de la derecha criticaron, junto a la izquierda, la "tentación plebiscitaria" del Gobierno. La UDF mostró también su malestar ante las medidas presupuestarias "intervencionistas".

El periódico conservador Le Figaro intentó ayer echar un capote a Juppé, publicando una extensa información sobre personalidades de la izquierda que, igual que el primer ministro, se habrían beneficiado de viviendas municipales a precio reducido. Fue un capotazo desastroso, porque la información estaba plagada de graves errores e inexactitudes y su efecto fue el contrario al deseado: Le Figaro anunció varias rectificaciones para hoy, y acabó cundiendo la impresión de que, efectivamente, el Ayuntamiento de París era un coto privado de los gaullistas. El vespertino Le Monde afirma, en su editorial de hoy, que Juppé ha generado "desencanto" tras "la esperanza por las promesas de ruptura" efectuadas por Chirac durante la campaña electoral, y se refiere al "escepticismo generalizado que suscitan las disposiciones de lucha contra el paro". "Las dificultades [de Juppél son muy reales", concluye Le Monde.

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