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20.000 espectadores siguieron la única actuación de Elton John en España

Él celebraba su 25º aniversario como músico. Ellos, el 75º cumpleaños de su club de fútbol. El nexo de unión fue el estadio del Sadar, en Pamplona, donde Elton John ofreció anoche su único con cierto en España, poniendo así su velita en honor de un Osasuna que nunca había visto su estadio ocupado por un concierto. Unas 20.000 personas asistieron a la celebración que, tras dos horas largas de música, echó el cerrojo cerca de medianoche coronando a Elton como verdadera figura de unos pamplonicas que ya huelen a chupinazo.

El Elton maduro que recuerda como un souvenir sus años descontrolados no ha perdido su estridencia estética. Traje casaca rojo, gorrito blanco y gafas azules ornamentaban su cuerpo al irrumpir en escena. Poco duró el gorrito en su sitio, pues a las primeras de cambio Elton se lo quitó para mostrar el perfecto estado de su rubio pelo. Y es que la coquetería crea más adicción que las drogas. Simpático, divertido y de aparente buen humor, Elton comenzó su concierto con Someone saved my life, tema que el público recibió con cierta frialdad. Las cosas se pusieron en su sitio a partir de I guess thats why they call it blues, pieza en la que el personal ya se dio por aludido y comenzó a bailar y corear el estribillo. A partir de ese punto, Elton mantuvo el tono del recital acudiendo regularmente a sus clásicos, auténticas inyecciones que vitalizaban al personal cuando éste sucumbía bajo los sonidos más previsibles del ídolo. Para evitar sopores mayores, Elton incluyó sólo cinco piezas de Made in England, el disco que ha provocado su vuelta a las carreteras. Para mayor precaución, incluso diseminó estas composiciones entre la veintena larga que interpretó. Terminó el concierto con The last song y, para su última aparición, se cambió de vestuario.Por lo demás todo fue como la seda. En su camerino no se vio una sola baldosa, al parecer las aborrece, tampoco margaritas, crisantemos, lirios ni claveles, flores que detesta, y sí por contra gran profusión de zumos y frutas, dieta a la que se ha aferrado con vehemencia. De igual manera no le iluminó ningún fluorescente, otra de sus fobias, sino lámparas de pie y, según sus cálculos, apenas estuvo ocho horas en Pamplona, ciudad que abandonó con destino a Niza, donde pernoctó antes de viajar a Nimes, siguiente escala de su gira. No hay nada como ser famoso para que no se descontrole ninguna minucia.

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