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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Justa decisión

EL BUNDESTAG aprobó ayer por una amplia mayoría el envío de tropas alemanas a los Balcanes para apoyar a las fuerzas de cascos azules allí desplegadas. La decisión es, sin duda, histórica porque pone fin a cinco décadas en las que, bajo el trauma de la barbarie desplegada por el nazismo y el expansionismo militar hitleriano durante la Il Guerra Mundial, era convicción incuestionada, dentro y fuera de Alemania, que soldados alemanes jamás deberían volver a pisar territorios allende sus fronteras.Pero el terremoto histórico que comenzó con el colapso de la URSS y el fin de la guerra fría también ha acabado con este axioma político alemán. La imprescindible solidaridad con sus aliados en la OTAN y su papel decisivo como potencia europea hacían desde hace tiempo muy discutible que Alemania se siguiera escudando tras pretextos de mala conciencia histórica para no asumir su parte en tareas de protección de la seguridad en Europa y en el mundo.

Desde antes de que el Tribunal Constitucional alemán dictara la legalidad de la participación alemana en operaciones militares internacionales fuera de su territorio, dirigentes de países aliados en la OTAN han presionado para que Alemania asumiera el papel que le corresponde en la defensa de la seguridad colectiva allá donde ésta se vea amenazada. Ésta será en el futuro previsible la principal tarea de la Alianza Atlántica.

Alemania no está ya amenazada por una invasión desde el Este, hipótesis básica de los conceptos de defensa vigentes en Europa desde el bloqueo de Berlín en 1948. Mantener, por tanto, la prohibición de participar en operaciones internacionales equivalía a negar al Ejército federal toda razón de existencia. Y en el mundo que emana de la guerra fría, con la proliferación de focos de conflicto, las democracias occidentales no pueden permitirse que esta potencia económica de Europa haga dejación de su parte alícuota en la defensa común bajo la justificación de introspecciones histórico-políticas.

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Esto no quiere decir que se deba ignorar la innegable carga psicológica que puede despertar esta participación en algunos pueblos de los Balcanes que recuerdan la actuación de las tropas hitlerianas, especialmente brutal en aquella región. Y es lógico que fuerzas alemanas no tengan contacto directo con ellos.

Pero también hay que situar en su contexto de propaganda militar y demagogia las protestas y afirmaciones de aquellos que se niegan a esta plena integración de Alemania en las operaciones de defensa de la OTAN y bajo mando de la ONU. Karadzic espolea a sus fuerzas serbias advirtiendo sobre la "nueva amenaza alemana en los Balcanes", y algunos de los que atacaron ayer la decisión en el Bundestag llegan a hablar de nueva tentación militarista y expansionista.

Hay que decirles que, precisamente para evitar que Alemania se desmarque de sus aliados, es imprescindible que esté plenamente integrada en todas las labores de interés común. En la neutralización de Alemania y su aislamiento en condiciones especiales está el mayor riesgo de tentaciones nacionales. Su plena participación en todos los órganos y operaciones comunes es la garantía de que la República Federal de Alemania será, como ha sido durante ya medio siglo, un Estado impecablemente democrático y leal con las democracias occidentales de las que es aliada.

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