Aula magna
La ciudad posee uno de los más ricos patrimonios de la región
La lista de los que hincaron los codos en Alcalá es más larga que la Espasa: Quevedo, Tirso, Mateo Alemán, Antonio Pérez, Juan de Austria, Alejandro Farnesio, Tomás de Villanueva, 18 cardenales, 29 consejeros del Tridentino, gobernadores generales de Castilla, inquisidores, arzobispos, prebendados catedralicios. Eso por no citar la nómina de los de nacencia: desde Cervantes hasta Azaña, pasando por la reina Catalina de Aragón y el emperador Francisco I de Habsburgo. Dedicar una jornada a visitar tamaño foco de saber y poder es asignatura obligatoria para todo madrileño.
El examen de la ciudad abarca alrededor de 50 capítulos -léase monumentos-, pero si descontamos los de menos tuétano y otros de entraña inaccesible (verbigracia: los conventos de clausura), la cosa queda reducida a una docena de materias relevantes; las que caen fijo. Un rápido repaso de las mismas puede acometerse ingresando en la villa amurallada por la puerta de Madrid, para continuar por la calle del Cardenal Sandoval y Rojas, que es donde se hallan el palacio Arzobispal y el convento de San Bernardo, fundado en el siglo XVII por el tipo (arzobispo de Toledo e inquisidor general) que da nombre a la calle.
Enfrente del palacio se encuentra la Casa de la Entrevista, llamada así por la que mantuvieron en 1486 la reina Isabel y un marinero con ideas propias sobre el planeta, Cristóbal Colón, quien lógicamente aprovechó la ocasión para transmitírselas. Muy cerca, el oratorio de San Felipe Neri es una pocholada de ladrillo rojizo y un museo de pintura y escultura barrocas de primerísima categoría.
Desde el oratorio, nada más fácil que llegarse hasta la plaza de los Santos Niños, sobre la que se asienta la mole hiperbólica de la Colegiata Magistral. Su torre, del siglo XVII, es picuda y cigüeñera como todas las del lugar, pero señorea sobre ellas por si demasiada altura, tanta que no sería de poco provecho prender en su cúspide una almenara para orientar a los que circulan despistados por la carretera de Barcelona: "¡Albricias, Lola! ¡Alcalá a la vista!".
La que tampoco tiene pérdida es la calle Mayor, cuya hilera de soportales resultan de gran utilidad para ir de tiendas los días de borrasca, que son los menos, o de sol justiciero, los más. En ella abren sus puertas la casa de Cervantes, que no es tal sino una réplica bienintencionada de una casona del XVI -levantada, eso sí, sobre el solar que ocupó la vivienda de su padre, el fígaro Rodrigo-, y el hospital de Antezana (siglo XV), que ya tampoco es sanatorio de transeúntes sino asilo de ancianas atendido por monjas. Los ayes y delirios lastimeros de alguna interna sobrecogen al visitante, que, agazapado en un rincón del patio castellano, espía el ajetreo de los hábitos en la galería superior, la misma que fatigó en tiempos un enfermero llamado Ignacio, san Ignacio de Loyola.
Al cabo de esta gran vía porticada, el paseante se topa con la plaza de Cervantes, que con su quiosco, su escultura del genio, su Ayuntamiento, su capilla del Oidor y su viejo corral de comedias, constituye el cogollo de la ciudad. A su vera late el otro corazón, el Colegio Mayor de San lldefonso, fundado hace ahora cinco centurias. Tras la fachada plateresca, obra de Gil de Hontañón, se suceden los patios: Mayor, de los Filósofos y Trilingüe. El último conduce al Paraninfo, bajo cuyo artesonado de armadura morisca se entregan los Premios Cervantes. Y el penúltimo, a la capilla, filigrana de blancas yeserías que acoge el sepulcro de Cisneros.
Un dulce final
> Dónde. A 31 kilómetros de la capital, Alcalá de Henares dispone de un cómodo acceso por la carretera de Barcelona (A-2). El mejor medio de transporte es el tren de Cercanías, con continuas salidas de Chamartín desde las 5.08 hasta las 23.38 (Renfe, teléfono 328 90 20). Por último, hay autobuses de Continental Auto (teléfono 356 23 07), que salen cada: 15 minutos de la avenida de América, 34.> Cuándo. Conviene hacer coincidir la excursión con los días y horas de visita de los monumentos, que en muchos casos, se puede efectuar con guía. Lo mejor es consultar en la oficina de turismo.
> Quién. El personal de la oficina dé turismo proporciona información detallada sobre la ciudad en el callejón de Santa María, 1; teléfono 889 26 94. El horario de atención al público, en días laborables, es de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.00 y los domingos, de 11.00 a 14.00.
> Cuánto. Comer puede oscilar entre las 4.000 o 5.000 pesetas de la Hostería del Estudiante (Colegios, 3; teléfono 888 03 30; migas, gachas. y judías al tío Lucar) o La Cueva de Antolín (Libreros, 42; teléfono 888 27 21; cordero, besugo) y los cuatro duros que cuesta tapear en bares como Quebec I (Ramón y Cajal; cerveza y paeIlita)
> Y qué más. La repostería alcalaína es de lo mejorcito que hay. Compra clásica (y satisfactoria) son las almendras garrapiñadas de las Beatas de San Diego, que venden a través del torno conventual.
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