El Estado desnudo
El Estado espiaba a muchos ciudadanos, almacenaba la información y el instrumento de esa acción en el Cesid; no obstante, parece que buena parte de esa información intimista no tiene mucho que ver con la seguridad del Estado, pero sí con la tranquilidad de los sujetos investigados.Muchas respuestas faltan para hacerse una composición de lugar: quién dispuso las actuaciones, quién se enteré, quién las realizó a pesar de la prohibición de ese alguien y si, obtenida la información, se utilizó en algún momento y por quién.
Si el Estado hizo todo esto, mediante acciones decididas por alguien en el ejercicio de un poder estatal legalmente obtenido, es para preocuparse. Se trataría de la aplicación de métodos, no ya ilegítimos, sino fruto de ramalazos totalitarios, por autoridades democráticas, deseosas de saber demasiado, más de lo que la libertad de los demás tolera; y esto no quiere decir que se trate de mentes dictatoriales, al menos las formas democráticas se han venido respetando, sí de mentes que habrían confundido, de hecho, el poder democrático con el dominio absoluto, el control perfecto. Y por eso los más cultos han empezado a recordar las premoniciones de Orwel, o Huxley, u otros profetas de la opresión; y hasta se ha hablado de fascismo, pero esto no es fascismo, no hay que ponerse tan solemne, sólo la utilización de métodos gratos a los fascistas y a otros totalitarios que en el mundo han sido y son.
Y, sin embargo, no estoy seguro de que las cosas sean tan redondas. También ha podido suceder que el tinglado sea obra de un subalterno espabilado, en cuyo caso las mentes de los políticos que están por encima no serían totalitarias, sino simplemente obtusas, dedicadas a regar con mimo presupuestario una planta que crecía a su aire, y el regante sin enterarse. Desde luego que esto es pensar demasiado mal, la gente no es tan idiota, y, menos si ocupa un alto cargo; cabe dentro de lo posible que la cosa sea una mezcla, un poco de espíritu despótico, nadie está libre de la tentación de pasarse al hacer la felicidad de los ciudadanos un poco de candor bobalicón, y un poco de pillería. Pillería ha habido, desde. luego; no se recoge cierta información exhibida como no sea para tener al ciudadano de referencia cogido "por do más pecado había", ay Señor, cuán débil es la carne; esa información podía servir para ejercer sobre el objeto de sus desvelos, lo que gente recia en el hablar llamaría extorsión mafiosa, al menos una eficiente presión.
¿Y todo esto para qué? No para organizar una sociedad arrodillada, fruto de alguna concepción totalitaria, sino para tener ventajas, algo así como jugar a la democracia con cartas marcadas, una notable marranada, pero, a Dios gracias, sin grandeza, ni Beria ni Dzerzinski, ni Himmler. Pero además resulta que la sacrosanta información se ha salido del arca; y quizá por poco dinero o por amistad, las cosas que pasan en España, no quiero pensar que es asunto de enemigos del Estado,que quieren tener los hilos de las marionetas para algún nefando fin político, sino de gentes que pretenden hacer con esa información lo mismo que vislumbraban hacer, o hicieron- los organizadores del lío. Y es ahí donde aparece la chapuza en su más brillante expresión: éste sí que es el "tinglado de la antigua farsa", el esperpento más humillante para el que pretende tomarse en serio las instituciones. Después de lo de la Guardia Civil, es para: sentir pesadumbre. Al final, ni Estado totalitario ni monsergas: un poco de aquí, un poco de allí, y un patio de Monipodio torpe, soez, "zaragatero y triste".
Y luego decimos (yo mismo hace pocos días) que en España la sociedad civil es débil, y el Estado excesivo. Estaba algo desviado, lo confieso; la sociedad civil patria es también un conjunto de listillos que utilizan el Estado para su medro personal, político o crematístico. Y otros que, hábilmente, consiguen segregarle su sustancia, porqu9 este Estado de pacotilla se deja, y la utilizan para sus muy personales objetivos. No sólo el, Estado al desnudo, como se ve, y da vergüenza verlo, cuando se descorre algo el velo de la pomposidad hinchada, sino el Estado desnudo, instrumento. de un sector de la sociedad civil estilo vampiro, que chupa, para fines privados, y esperemos que no subversivos, nuestra sudada sangre.
Todo da un poco de vergüenza ajena, y bastante miedo. No sabemos lo que otros saben, ni quienes son esos otros, ni lo que van a hacer con sus conocimientos. Se vislumbra una chapucera debilidad del Estado. Habrá que confiar en la caballerosidad de algunos vampiros y en la torpeza de otros. Siento una gran melancolía, no porque crea que se derrumba el PIB o cosas así, sino porque tuve la ilusión de que estábamos abandonando el ruedo ibérico. Pero qué va: dijeron que iban a dejar España. irreconocible; los barridos del espacio son, desde luego, una novedad, pero con el toque más castizo, veo rasgos de la misma España "vieja y tahur" y ventajista; y para completar, aquella primera nota ministerial sobre barridos aleatorios, que no hubiera mejorado el mismísimo don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja.
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