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El penúltimo alarido de Intelhorce

Málaga perderá su empresa más emblemática si la Junta no halla comprador

La enésima crisis de la textil malagueña Intelhorce ha colocado a la empresa al borde de la liquidación y ha vuelto a poner en vilo a los trabajadores y a todo Málaga. Son 20 años de errores y pérdidas en una empresa que le ha supuesto al Estado la friolera de 46.950 millones de pesetas en pérdidas entre 1983 y 1993. La semana pasada la temperatura en la que se desenvuelve este caso, que está en los juzgados desde hace casi un año, subió varios grados al conocerse las graves negligencias cometidas por el Ministerio de Economía. El Gobierno vendió la empresa en 1989 sin garantía alguna a un italiano insolvente: Giovanni Orefici.Las víctimas directas del escándalo son 700 familias de Málaga, que llevan semanas sin trabajar y sobreviven con el sueldo que les paga Patrimonio. Málaga puede perder su empresa más emblemática si la Junta de Andalucía no logra encontrar un comprador solvente para la sociedad.

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Un peligroso aliado

Intelhorce nació de una idea del anterior jefe del Estado y del almirante Juan Antonio Suances, el hombre que creó el Instituto Nacional de Industria (INI). Corría 1957. El país estaba cerrado a cal y canto. Aún faltaban dos años para que se aprobara el Plan de Estabilización y los aranceles protegían la escasa industria nacional existente. En ese marco nace Intelhorce con Suances como motor.

"Suances era un hombre sincero, directo y autosuficiente, convencido de que estaba cambiando la faz de España y que se sabía, además, tratado por el Caudillo, con toda confianza, admiración y respeto". Así lo describe el que entonces era ministro de Hacienda, Mariano Navarro Rubio, en sus memorias publicadas en 1992.

Nadie sabe por qué Suances decidió crear la empresa en el valle malagueño del Guadalhorce. Algunos industriales textiles catalanes siempre han dicho en privado que lo hizo como contrapeso a la entonces potente industria textil catalana, cuyo patrón indiscutible era el personalísimo Domingo Valls Taberner.

Al nacer, Intelhorce dio empleo a 3.200 trabajadores, cuatro veces más que la plantilla actual. Permaneció en la órbita del Estado hasta 1972. En ese año, la compró un industrial que dio mucho que hablar en su epoca, Jaime Castell, que huyó del país a finales de los setenta tras la caída de su buque insignia: el Banco de Madrid.

Tras la caída de Castell, Intelhorce vuelve al Estado. Las negociaciones las lleva el entonces segundo de Castell, Claudio Boada, que ya conocía la empresa de su paso anterior por el INI. Era 1980 y en documentos de la época contenidos en el sumario del caso aparece un curioso perdón de deuda a Intelhorce por el grupo Banesto que acabó quedándose la empresa. En total, Banesto perdona a Intelhorce 5.515 millones de pesetas, a cambio de una participación en el capital del 55%.Entre 1980 y 1989, la empresa volvió al Estado en una situación de pérdidas insostenibles. Los números rojos rozaron los 20.000 millones de pesetas entre 1983 y 1989. Ese año aparece por Málaga un empresario desconocido, Giovanni Orefici.La acumulación de despropósitos por parte de la Dirección de Patrimonio al vender la empresa a Orefici es notable. El entonces ministro de Economía, Carlos Solchaga, y sus subordinados, el subsecretario, Enrique Martínez Robles, y los entonces directores de Patrimonio, Francisco Zambrana y Luis Alcalde, han dejado estupefactos al juez al declarar que siempre creyeron que Orefici estaba respaldado por el potente grupo italiano Benetton.También han dicho que desconocían que Orefici utilizó 1.869 millones de pesetas de una ampliación de capital de la Administración para afianzar un aval de 2.000 millones que le permitió quedarse con la empresa. Y para terminar este cúmulo de errores y descontrol de Economía, Martínez Robles. y Alcaide afirman que se siguieron entregando fondos a Orefici pese a que éste no llegó a cumplir ni el primer pago de 700 millones de pesetas, correspondiente al precio de 2.000 millones por el que compró la empresa.Ahora la azarosa historia de Intelhorce puede acabar para siempre si no aparece un comprador dispuesto a salvar lo que queda del naufragio.

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