Cuatro kilómetros antes del 'paraiso'

Con el aeropuerto cerrado hace casi siete semanas y todas las rutas en control de los serbios bloqueadas, sólo existe una vía para entrar en Sarajevo: Butmir. Para llegar a este barrio es necesario descender antes por el monte Igman, una serpentean te pista de arena repleta de baches, barro y barrancos. De frente y a la derecha están las posiciones serbias. Desde ellas se dispara todo vehículo enemigo. Tiran con fusiles Kaláshnikov. Nada para un buen blindado. Pero también tiran con ametralladora y con antiaéreo. La bajada está repleta de cadáveres de hierro: camiones, coches, amasijos con matrícula y mala suerte. Son no más de cuatro kilómetros. De noche se hacen sin luz, rezando para que el precipicio no le haga el trabajo al tirador. En Hrasnica, el primer barrio de Sarajevo que da la bienvenida, un laberinto de callejuelas y casas deshabitadas dificulta la orientación. Un error en un giro es suficiente. No hay segunda oportunidad. Una patrulla de la Armija (el Ejército bosnio de mayoría musulmana) sirve de inesperada guía hasta una comisaría. Allí no se distinguen los uniformes. Todos son rambos de dos metros de altura en busca de una batalla. Maldormir en el coche es la única salida. Con el alba, que aquí en Bosnia se despereza a las 4.30, se acomete el último tramo. En un control, un jefe de la Armija exige transporte para su gente. Son los nuevos guías. Van armados hasta los dientes. Hablan inglés. Son simpáticos. En la puerta de Butinir hay una barrera. Se abre. Otros cinco minutos de miedo. Un camino encharcado y con baches impide correr todo lo que pide la mente. La ruta está protegida por taludes de arena, que da la impresión que se acaban en el cuello. Un control francés. Carné. Papeles. Un cartel indica a la derecha: Lukavika, el barrio serbio. A la izquierda se va a Dobrinja. El puesto francés está en paralelo al túnel que los civiles de Sarajevo usan para alimentarse. De ese control al segundo no hay más de 300 metros. El peligro es máximo. Los tiradores serbios, poco madrugadores, no disparan. Tras el último control de Naciones Unidas se entra en Dobrinja. Es Sarajevo. ¡El paraíso!
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