¿Thatcher o KohI? González decide
El PSOE se mira en dos espejos europeos contradictorios
Los socialistas han comenzado a debatir, más o menos abiertamente, cuál de los dos modelos europeos eligen para intentar mantenerse en el Gobierno tras las próximas elecciones generales: la opción Thatcher, es decir, sustituir a Felipe González por otro líder de su propio partido, o la opción Kohl, mantener a González, pase lo que pase, como candidato a los próximos comicios. Los resultados del 28-M han abierto la puerta de las cábalas.Pese a las diferencias ideológicas, las trayectorias de Felipe González, Margaret Thatcher y Helmut Kohl tienen varios puntos de coincidencia: los tres reorganizaron en profundidad sus partidos para llevarlos del desierto al triunfo electoral a principios de los ochenta. Los tres se convirtieron en referencia política indispensable en sus países: España, Reino Unido y Alemania. Todos han empuñado el timón del Gobierno durante más de una década. Y los tres han sufrido fortísimos descalabros electorales a mitad de una legislatura.
Las similitudes acaban ahí. Llegado el momento crítico, cada partido ha tomado un camino diferente: los conservadores británicos relevaron a Thatcher de la presidencia del Consejo de Ministros y volvieron a ganar las elecciones con un joven candidato: John Major. Los democristianos alemanes, por el contrario, mantuvieron a Helmut Kohl como cartel. Éste, tras una cadena de espectaculares reveses parciales, volvió a conquistar la cancillería hace siete meses.
En esta encrucijada se encuentran ahora los socialistas, españoles tras los resultados del 28-M. El debate, aún con sordina, ha comenzado: ¿optan por la vía Thatcher, o bien por la vía Kohl? En el caso español, la discusión ofrece una peculiaridad: según reconocen en privado partidarios de una y otra alternativa, el propio González tiene un papel determinante en esta decisión. "Hoy por hoy resulta inverosímil una revuelta contra Gronzález. Debe ser él quien dé el primer paso", confía un influyente líder socialista. González es un factor clave, al menos por el momento. Porque si hay algo que puede enseñar a su colega español la dama de hierro es que los líderes carismáticos pierden todo el magnetismo en cuanto sus huestes comienzan a percibir el camino de la derrota.
Thatcher es el mejor ejemplo de esta paradoja. Idolatrada por un partido que ella misma refundó, reemplazando a los viejos conservadores de rancio abolengo por meritócratas de clase media, fue sustituida sin contemplaciones cuando el olor de la debacle electoral se apoderó del bando tory. De nada sirvieron sus tres victorias consecutivas. Ni su proyección internacional, casi al mismo nivel de su admirado Ronald Reagan. Thatcher significaba el camino a la oposición y fue sacrificada.
La rebelión callejera por el poll tax fue el último detonante. Pero antes fue humillada en unas elecciones parciales en Bradford norte. Curiosamente su sustituto, Major, pasa ahora por un trance similar. Acaba de sufrir dos desastres en los últimos 60 días: en Gales e Inglaterra, los tories bajaron hasta el 24% de votos. Y en Escocia hasta el 11%. Otra vez huele a rebelión.
Si en Gran Bretaña el motín comienza en el siempre belicoso grupo parlamentario de la Cámara de los Comunes, en España son algunos barones regionales quienes apuntan a la cabeza del presidente. Unos, a pleno pulmón, como Juan Carlos Rodríguez Ibarra, para quien "quizás ha llegado el momento de buscar un sustituto a González". Otros, en voz baja: "Será el propio González quien no quiera encabezar el cartel de las próximas elecciones", afirma un dirigente regional de indudable peso. González no da señales por el momento de tirar la toalla. Quizas medita sobre la conducta de su buen amigo Helmut Kohl. El canciller alemán nunca fue un líder carismático. Adversarios y amigos criticaron hasta la saciedad su torpeza ante las cámaras y su falta de tirón personal. Sin embargo, es el dueño absoluto del aparato de la Democracia Cristiana alemana, partido que preside desde hace 21 años.
La unificación le empujó a la historia. Pero poco después, cuando se empezó a pagar la factura, su prestigio se hundió en el fango. Las elecciones en los länder se convirtieron en un rosario de descalabros. Incluso cedió Renania-Palatinado, su tierra natal, de la que fue presidente. Apenas unos meses antes de las elecciones generales de 1994 todas las encuestas daban como ganadores a los socialdemócratas. Kohl resistió y sigue siendo canciller. Muchos dirigentes socialistas españoles viven también asidos a la figura de su líder como a un salvavidas.
"Felipe no es la causa de la hemorragia electoral, sino el tapón", comenta uno de ellos, que le conoce bien. Pese al vuelco electoral, muchos dirigentes siguen viendo en González un caballo con resuello para ganar. Otros muchos de sus compañeros, sin embargo, opinan lo contrario. El debate no ha hecho más que comenzar.
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