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"La literatura seria no va a desaparecer"

Wiliam Kennedy es uno de ese puñado de escritores artistas que vienen muy bien para hablar mal de los editores. En un momento dado, un libro suyo, Tallo de hierro, fue rechazado por 13 editores con el argumento de que era una historia de perdedores. El libro le hizo ganar un Pulitzer, un National Book Award y le sacó de la pobreza. Con una obra centrada por completo en Albany, capital del Estado de Nueva York, Kennedy dedica todo su esfuerzo, según dijo a este periódico a su paso por Madrid, a autentificar" su mundo.Jovial, atlético para sus 67 años, algo desconfiado, concede que la cultura norteamericana seria es un asunto de minorías y de minorías menguantes. Está claro que "la literatura produce cada vez menos entusiasmo", reconoce, y que dramaturgos de primerísima fila como David Mamet, por ejemplo, ya ni siquiera pueden estrenar en Broadway, cuyos teatros consagraban tradicionalmente a los dramaturgos de Estados Unidos, y que ha quedado para comedias musicales. El tiempo en que Arthur Miller era la mitad de conocido que su esposa, Marilyn Monroe, ha pasado: hoy simplemente no sería conocido. Pero "no desespero", dice. "La literatura seria no va a desaparecer. Sólo se transformará".

En cualquier caso, y como suele suceder con los escritores anglosajones, la práctica totalidad de los nombres de colegas que cita son compatriotas (los británicos suelen citar a los suyos). Si se le menciona este hecho, señala que la pregunta estaba referida a Estados Unidos, y habla elogiosamente de Camus y García Márquez.

Aunque Kennedy reúne en su biografía los episodios más habituales de los escritores de hoy día -periodismo, profesorado, incluso crítica de cine-, su obra bordea la historia y en parte el cine, y crea las etiquetas que lastran su imagen y de las cuales, dice, "no se puede escapar y además sería tonto intentarlo".

Kennedy es así famoso por haber centrado su media docena de libros en la ciudad de Albany, donde hace un siglo el poder de la ciudad estaba controlado por los irlandeses, de los cuales desciende. También se le considera una suerte de historiador "en el boudoir " de los irlandeses-americanos, como ellos mismos se llaman, con lo cual se integra en una de las corrientes principales, la nacionalista-antropológica, de la cultura norteamericana de estos días. De todas formas, "la sociología de los libros no es demasiado importante", dice. En su caso, al revés que en Beckett, por ejemplo, el contexto es principal:'

Lo que hace que un periodista quiera convertirse en escritor, dice, es que la opinión sobre lo que es estar en el centro de la actividad cambia, al igual que la que se refiere al lenguaje realmente significativo. En su caso siempre quiso ser periodista y, en su opinión, lo fue muy bueno. Pero descubrió que, al contrario de lo que había creído y salvo excepciones, el periodista no estaba en el lugar "donde ocurren las cosas", sino "en su vestíbulo, y no hablando con los protagonistas, sino esperando a que sus portavoces te cuenten lo que han dicho".

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