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Crítica:LA SEMANA EN ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De lo más aspero a lo más raro

Fin de semana que transporta desde la pasión por el ruido hasta la desconcertante singularidad. El sonido crudo era aportado, primero, por The Natal Pride, formación madrileña que se afana en la búsqueda de un sonido personal partiendo de sus raíces en el trash metal. Dura tarea en la que han ganado algún punto en el largo escalafón, pero habrán de madurar otro esforzado trecho hasta obtener resultados de peso.Como regalo adicional a la clientela reunida en La Sala, E adaptaciones de estandartes del género metálico como Metallica o WASP. Pero también del rap embrutecido y contemporáneo de Clawfinger, para que se sepa que estos chicos están al día de lo que se cuece. Falló la asistencia, y es que el mayo madrileño viene pegando fuerte en competitividad.

Minutos más tarde, Revólver empezaba a acoger la apretada agenda del hardcore norteamericano que nos espera en los días por llegar. El género, antes decididamente minoritario por vocación propia y circustancias externas, vive ahora con euforia su paraíso dorado. Ventas inimaginables y un público juvenil dispuesto a gastar sus duros en los compactos y sudores en las ya conocidas zambullidas de escenario. SNFU le metieron ración de vatios, energía física a raudales, alguna calavera llameante y hasta una sierra para ilustrar la puesta en escena de estos canadienses. Nada especialmente destacable, sólo una esperada linealidad que tampoco desagradó a la asistencia.Representantes más ilustres del estilo, en sus distintas versiones, se aprestan a exponer lo suyo. Ahí están, velando armas, Fugaxi, Sick Of lt All o Biohazard. Preparen tatuajes y ahorren esfuerzos para la que se avecina. El hardcord de los noventa está que trina.

La noche del sábado ofreció un radical cambio de tercio. El nombre de Deus no goza precisamente de popularidad entre nosotros, pero público bien informado existe como para sorprender con una entrada muy aceptable cuando se cantaba el pinchazo. Y atención a esta pandilla belga, porque hacen de su extravagancia todo un arte. Pasajes de violín en medio de clímax alternativos de calma y caos. En el final, un breve paseo por el Sweet child O'Mine, de Guns N'Roses. A saber con qué intenciones, porque en principio la cosa no cuadraba por ningún lado dentro del cuadro que nos habían presentado durante toda la noche del sábado. Tan raros como sugerentes.

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