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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Miedo al Ebola

UN CENTENAR de muertos en pocos días en una remota ciudad de África no es nada insólito. Son mucho más numerosas las víctimas que se cobra cada día el hambre, enfermedades superadas en el Primer Mundo, guerras, sequías y pandemias de diverso tipo. Si el mundo se es tremece ante el avance del Ebola en un remoto lugar de Zaire es porque ha emergido de pronto un virus ante el que no hay defensas y cuya expansión no se controla como se creía.Tras una primera fase de compasión ante las víctimas y quienes corren peligro de contagio, Occidente se estremece sobre todo por el terror a que la infección salga de Zaire y llegue a Nueva York, París o Madrid convertido en un nuevo sida mucho más ejecutivo: nueve de cada diez contagiados mueren en un plazo de unas dos semanas. Por si fuera poco, el impactante libro Zona caliente, que narra un brote de Ebola en EE UU (sin víctimas humanas), y la película Estallido, que convierte en guión de ficción los peores temores de los virólogos y epidemiólogos, han puesto de moda el virus, descubierto hace menos de dos décadas.

La transmisión de un virus como el Ebola, de contagio por contacto y síntomas manifiestos casi inmediatos, parece en principio mucho más fácil de controlar que la de uno como el sida, que permanece oculto meses o años durante los cuales el contagiado puede extender la infección silenciosamente. Los brotes anteriores de Ebola en Africa se han saldado con pocos centenares de muertos. Pero los virólogos temen que pueda producirse una epidemía de extensión planetaria si se llega a imponer, por los mecanismos biológicos naturales, una variedad del Ebola que, a diferencia de la que está ahora atacando, sea capaz de transmitirse por el aire.

¿Cómo es posible que broten ahora estas plagas cuando tantas enfermedades han sido vencidas y se ha aprendido a tratar otras muchas? ¿Cómo es posible que se haya erradicado la viruela de la Tierra y que nuevos virus como el Ebola o el sida ataquen por la espalda? ¿Es una conspiración de la naturaleza que se ensaña con la especie humana a finales del siglo XX? Nada de eso. La naturaleza no conspira; sencillamente, sigue sus propios mecanismos de variación y evolución. Aunque se desconocen muchas cosas de estas llamadas enfermedades emergentes, los expertos creen que brotes de extraños virus han podido surgir y desaparecer muchas veces en el pasado, pasar inadvertidos en rincones del planeta o causar muertes que, en ausencia de los modernos métodos de diagnóstico, se asignaban causas desconocidas. Ahora se identifica el patógeno,se determina la causa del fallecimiento y se da nombre preciso a extraños brotes que probablemente no son un fenómeno nuevo entre las especies animales y vegetales.

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Esto no evita que la Organización Mundial de la Salud esté lógicamente preocupada, aunque reconozca que el número del víctimas del Ebola no es alto en comparación con los millones de muertos por otras enfermedades, la malaria o diarreas infantiles, por ejemplo. Pero hay que estar alerta para no repetir los errores del pasado reaccionando tarde y tibiamente ante estos brotes víricos, como sucedió con el sida.

Lo que sí parece a veces una conspiración contra la especie humana es el subdesarrollo. Pésimas condiciones sanitarias, hacinamiento de la población en aglomeraciones urbanas incapaces de albergar dignamente a centenares de miles de personas, bajo nivel educacional, corrupción política y ausencia de sistemas de acción inmediata contra la emergencia crean en África caldos de cultivo idóneos para el Ebola hoy y para cualquier otro patógeno mañana. Para proteger lo mejor posible a la especie humana contra ellos nada mejor que impulsar el avance de la investigación científica y medica y hacer todo lo posible para que un centenar de muertos acumulados en pocos días en una remota ciudad de África sí sea algo insólito.

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