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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Soluciones salomónicas

Malas compañíasDirección: Damian Harris. Guión: Ross Thomas. Fotografia. Jack N. Green. Música: Carter Burwell.

Producción: Amedeo Ursini y leffrey Chernov para Touchstone,

EE UU, 1995. Intérpretes: Ellen Barkin, Laurence Fishburne, Frank Langella. En los cines: Proyecciones, Multicine Warner Lusomundo, Tívoli, Cristal y Gran Vía, entre otros.

Más allá de representar el regreso a las pantallas de Ellen Barkin, una de las aspirantes a estrella más erráticas del cine estadounidense, Malas compañías se presenta ante el espectador con un look visual frío, muy acorde con las historias aparentemente sórdidas y supuestamente retorcidas que propone... y con muy pocas ideas.

Producto de esa ingeniería de la imaginación cero en que se. ha convertido buena parte del cine comercial estadounidense, el film resulta muy aparente en sus formas, muy pretendidamente osado en los planteamientos sexuales y, al final, convencional e ideológizadamente unívoco.

Planteada como una ficción de ex-agentes secretos de la CIA en busca del pan cotidiano, Malas compañías tiene en realidad un único punto interesante: el ver cómo se las arregla el guionista, Ross Thomas, para resolver el galimatías tan políticamente incorrecto que plantea el film. Véase: a) la chica es muy, muy ambiciosa, tanto como para engaña a todo el mundo; b) el chico, negro para más datos, dista muchísimo de ser un angelito, además de que está un tanto paranoico; c) además de darse a abundantes y explícitos numeritos sexuales, ambos se dedican a corromper a todo un juez del Supremo.

El encargado de desfacer el entuerto, Thomas, no parece ser lo que se dice un guionista fino, de ahí que sin dudarlo demasiado, se saque de la manga a un personaje menor y sin ningún relieve para convertirlo en insólito justiciero que deja las cosas en tablas. Ni provocadoramente rompedora, ni convenientemente portadora de un suspense que pueda considerarse siquiera mínimamente logrado, Malas compañías se diluye entre lo banal y lo intrascendente.

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