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Tribuna
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Fino y agua

Lo suyo es que este hombre estuviera para el arrastre. Son, recuérdenlo, 13 años en el curro y, en los últimos, un no parar de disgustos. Pues no, ni por ésas. Este hombre se está bebiendo tan contento un segundo vasito de fino mientras la muchedumbre se apretuja a su alrededor coreando su nombre, pugnando por verle, por tocarle, por darle la mano, por sentir materialmente su presencia. "¡Ni que fuera Robert Redford!", exclama una señora frustrada en sus repetidos intentos por acercársele.Apurado el trago y engullida una aceituna, este hombre se despide y empieza a caminar hacia la caravana de coches que va a llevarle al aeropuerto de Manises. Son apenas unos metros, pero tarda un buen rato en cubrirlos. Y no por la larga hilera de cacerolas enganchada a sus tobillos. No; él no da la menor impresión de notar el peso de esas cacerolas, ni sus admiradores parecen verlas. El único problema que tiene este hombre para salir del recinto ferial a la sevillana que han montado los inmigrantes andaluces en Aldaya, en la huerta valenciana, es que sus guardaespaldas logren abrirle paso.

Así que Felipe González sigue encantado de haberse conocido y sus fieles son todavía numerosos y entusiastas: unos 25.000 en la plaza de toros de Valencia y, luego, otros 2.000 en la feria andaluza de Aldaya. Y si, según la crítica especializada en las campañas felipistas, en el redondel no ha estado tan "ardoroso" como suele estarlo en este escenario propicio, en el baño de masas de Aldaya se ha puesto como una moto. Lo cual quiere decir que no se da por muerto y enterrado, y que, en consecuencia, los del puño y la rosa van a librar, y muy duramente, la guerra de las elecciones municipales y autonómicas.Tampoco es que sean ciegos. "Estamos en un momento dificil", acepta González en la plaza. O sea que -el líder no se lo dice al público, pero al cronista se lo reconocen todos los del PSOE- el objetivo es minimizar las pérdidas, impedir que en la noche del 28-M se empleen palabras como "desastre", "catástrofe" o "descalabro". El gran fantasma que aterra a los del PSOE es perder todas y cada una de las batallas por las alcaldías de Barcelona, Zaragoza y Málaga, por las presidencias de la Generalitat Valenciana y la Comunidad de Madrid. No quieren convertirse definitivamente en el partido de la España rural y jubilada. Necesitan, "precisamente ahora", el voto de izquierdas de las clases medias urbanas. E intentan conquistarlo insistiendo en que no estamos ante un plebiscito sobre González o el Gobierno, recordando que algunos de los suyos -Maragall, Lerma, Leguina, Bono, Rodríguez Ibarra....- no lo ha hecho tan mal en ayuntamientos y comunidades. Esos algunos intentan levantar cabeza por encima de la ola nacional. "Yo no soy telonero de nadie, no soy de los que se inclinan ante nadie; soy un nacionalista valenciano", proclama Lerma.

González se toma un par de finos en la feria andaluza de Aldaya, pero en la plaza de toros lo importante es el agua. "Si te apoyamos, Felipe, es para que termines con. la insolidaridad que sigue manteniendo una España húmeda y otra seca", dice Lerma. No puede estar más de acuerdo González, que acusa a Aznar de haber dicho que no se puede ir contra la naturaleza, que ha hecho una España lluviosa y otra árida. Sequía, sequía, sequía. Los socialistas parten en campaña con la intención de no dejarles a los del PP la España del agua y quedarse ellos tan sólo con la del fino.

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