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El cura que rompió la paz

El pueblo gallego de Bueu vota en asamblea el repudio de su párroco

"Por sus obras los conoceréis". Las de Ramón Beiro, párroco de Beiro (Pontevedra), amarran a pie de tierra. Le ha gustado remover en los cementerios y no parece que su labor pastoral siembre mucha paz entre los vivos. En Bueu, en julio del año pasado, al mes de su llegada a la parroquia, ya andaban los feligreses a puñetazos por causa suya. "¡Que se vaya!", piden a gritos sus detractores, católicos practicantes. "¡Es un fascista! gritan un centenar de personas, mujeres en su mayoría, en una asamblea desencajada, más que subida de tono. El arzobispado no quiere oirles y también rehusó, después de numerosas peticiones, en este sentido, dar una opinión a este periódico, al igual que el propio Beiro.La asamblea de Bueu fue convocada para decidir qué hacer con el informe de la agencia de detectives Inve, de La Coruña, a la que contrataron para investigar no la, vida personal, "que también tiene lo suyo", sino la actuación pastoral de Ramón Beiro en las parroquias que había ocupado con anterioridad: Corcubión y Ponte do Porto, municipios de la coruñesa Costa da Morte. Los vecinos pensaron que la memoria de su paso por esas poblaciones inclinaría al arzobispado a aceptar sus argumentos y, consecuentemente, pomo pedían, destituir al párroco. Una parte de la parroquia oye misa en otras iglesias, ha recogido 3.400 firmas (de un total parroquial de 8.000 feligreses) a favor de sus tesis y, en un clima de creciente agitación, no para de acumular acusadoramente los agravios del cura. Pero nada, ni el informe de los detectives, que han mantenido en cuarentena hasta conocer la respuesta arzobispal, ha surtido efecto.

La guerra contra el cura comenzó porque Ramón Beiro, de 58 años, aterrizó en Bueu con el cese del vicario en la mano. José Pena. Collazo, el vicario, llevaba 32 años en la parroquia, muy integrado en la misma. Beiro, también da clase de religión en el instituto Xuan Carballeira, nombre del que fuera alcalde republicano del pueblo, paseado en la guerra civil. Al párroco no le gusta esta memoria. Un día el coro del instituto fue a cantar a la iglesia y el cura se negó explícitamente a presentarlo por su nombre "porque no me suena muy bien". "Ese nombre de Xuan Carballeira lo refrendó el 98% de los alumnos y todas las asociaciones ciudadanas del pueblo: fue el alcalde más querido que nunca tuvo Bueu", dicen los vecinos.

"Somos un pueblo católico y pacífico" dice Celsa. Cuando despidieron al vicario Pena fueron a la casa parroquial para preguntarle a Beiro por qué le expulsaba. Un sobrino y otros familiares del cura la emprendieron a golpes con la concurrencia y, desde entonces, todo ha ido a peor, con los bandos muy marcados. "Aquí siempre estuvo la iglesia llena. Ahora le van a misa las beatas fÍalsas", dice Charo García, una de las apaleadas aquel día. "Que vayan a misa no me parece mal, pero que digan que el cura es bueno, ¡eso no¡".

Beiro, "a los cuatro días de llegar", invitó a la parroquia a celebrar funerales de tronío, con cinco curas, por 15.000 pesetas.

Quiso cambiar a la mañana la tradicional procesión del Carmen, la Virgen marinera, que se celebró siempre por la tarde, "y como no lo consiguió", dice Pedro Portela, patrón mayor de la cofradía de pescadores, "dijo desde el púlpito que había sido idea mía proponer el cambio, cuando fue él quien vino exigiéndomelo y yo me negué en redondo. Tenemos un cura fascista y mentiroso, dígalo así de claro, que está dividiendo al pueblo. Como hizo en otros sitios".

A Ponte do Porto Ramón Beiro llegó como párroco arcipreste en 1978. Enseguida, la casa rectoral, recién remodelada por el cura que le precedió, fue transformada "en una de las más lujosas viviendas unifamiliares del pueblo", según los detectives. Después convenció a la parroquia para que contribuyera económica y laboralmente a la construcción de una pista entre la carretera y un camino vecinal "para mejorar las comunicaciones interiores del pueblo". La pista debía pasar por delante de la casa rectoral y cuando la obra llegó a su altura, Beiro les dijo que no era necesario que continuara, lo cual "causó el cons guiente malestar entre los vecinos, que se sintieron burlados.

No contento, el cura propuso demoler la iglesia y construir otra en un solar próximo a casa. El vecindario ahí se le plantó, aunque no todo. "Y consiguió" dice el informe de Investigación, un clima de malestar que nunca se había producido en el pueblo y que aún perdura", condimentado por otros pasajes, como agresión, del sobrino del cura, la madre de un fotógrafo al que impidió trabajar en bodas, bautizos y primeras comuniones.

Un ambicioso proyecto necropolitano

Beiro se embucó, en 1993, en un ambicioso proyecto necropolitano en la parroquia anexa a Carantoña. Un vecino donó los terrenos sobre los que propuso ampliar el cementerio con 60 columnas de cuatro nichos de altura. A poco de poner en marcha la operación, destituyó ala comisión de vecinos designados para gestionarla, adjudicó las obras a un amigo y las 60 columnas de nichos se convirtieron en 90 un poco más estrechas. Sus ocupantes no iban a protestar. La piedra empleada en la obra tampoco fue la convenida pero los compradores yahan pagado en partidas diversas (por obra, derechos de suelo e instalación de lápidas) hasta 296.000 pesetas por columna: más de 26 millones.El cura, según informan los detectives, también vendió un solar de la parroquia por 18 millones de pesetas y dos nichos queestaban reservados para posibles curas fallecidos en la misma.

Pendiente de juicio queda la trifulca que capitaneó su sobrino en Bueu. "Escribirémos a la Conferencia Episcopal, al Papa, a quien haga falta para que nos lo saquen de aqui" dicen sus fieles detractores.

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