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Empleo, solidaridad y progreso

Es necesario mantener los sistemas europeos de protección social porque según el autor, sólo su universalidad y su eficiencia redistribuyen riqueza y garantizan dignidad

La jornada reivindicativa, ya centenaria, del Primero de Mayo es una cita con el discurso de la. solidaridad. Las viejas y nuevas reivindicaciones de los trabajadores van en dirección a la corrección de las desigualdades, al reparto democrático de los poderes y las oportunidades, a la cohesión social. Estas reivindicaciones que en los eslóganes del Primero de Mayo español de 1995 se escriben "trabajo, solidaridad y progreso" son también propósitos de esfuerzos y de luchas para remover obstáculos.El empleo es la principal preocupación de los ciudadanos. Y también de los sindicatos. "Aparenteinente, también de los poderes públicos. Pero, tras intentos repetidos de con vencernos de que la solución estaba en rebajar los costes laborales, reduciendo salarios; reduciendo cotizaciones sociales, desregulando las garantías y los derechos laborales, haciendo objetivos", esto es, lógicos y, por tanto, más baratos miles de despidos, tras todo ello no crece el empleo ni en épocas de expansión económica. Si el empleo constituye la principal preocupación de los poderes públicos, deberían tomar otra senda: buscar modelos de competencia basados en la condición del producto, en trabajar para buscar mercados, en renovar la tecnología de las empresas y en restablecer el papel del Estado como agente económico que empuje a los factores de producción. Esta vía de competencia estimularía la búsqueda activa de soluciones y no la pasiva de descansar en ventajas competitivas (bajos salarios, degradación de la protección social, descualificación de la mano de obra) que más parecen ser estrategías antiempresa que armas de competencia. Además, la sociedad que asoma tras las consecuencias de esta fallida vía de competencia no sería aceptable para los europeos del siglo XXI. No sólo para los trabajadores, para los ciudadanos.

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Por ello, la segunda palabra de nuestros eslóganes es solidarídad. Frente al discurso liberal del "Estado mínimo" hay que plantar la proclama de que la acción política consciente, a través de lo público, es el único freno a la máquina desigualitaria que es el mercado. El mercado constituye sus bienes y servicios hasta donde le permite la desigualdad social existente, hasta -el umbral de los que pueden comprar.

Fueron precisamente los mercantilistas los que inventaron el Estado para que regenerase constantemente con su acción la fuerza de trabajo (educación, sanidad) y el poder del capital privado (infraestructuras, empresas públicas necesarias para dotarse de bienes y servicios más asequibles, etcétera) y sin Estado el mercado no funciona en ninguna parte. Son las sociedades que han sabido combinar en dosis acertadas estas dos áreas las que han logrado mejores economías y convivencias más estables.

La solidaridad pasa hoy por sostener los sistemas de protección social y no confiar a la previsión individual, derivada de la posibilidad de ahorro individual, la seguridad de las personas. No hay sistema de pensiones en régimen de capitalización, donde todos ganen y todos ganan en el sistema de reparto. No hay seguro sanitario privado que al coste individual del seguro social suscriba una póliza con las prestaciones de la sanidad pública. Y no hay posibilidad de acceder en el mercado con el valor de las pensiones más altas a una residencia privada de ancianos.

Habrá que convenir en lo legítimo de nuestras pretensiones: son las de la mayoría de la gente. Y entonces, desde esa convención, habrá que buscar los medios para realizarlas. Se han logrado siempre. Y por eso se mantienen los sistemas de Protección social europeos. Habrá que someterlos a las necesaras rectificaciones, pero sin salirse de las dos coordenadas que los definen su universalidad y su eficiencia para redistribuir riqueza y garantizar dignidad.

La tercera palabra es progreso. Sin empleo y sin solidaridad es casi imposible seguir hablando. Porque sin empleo y sin solidaridad no sirven las palabras y se abre camino la idea destructora, negativa y violenta, que tampoco sirve más que para provocar todas las guerras visibles e invisibles.

El progreso es imposible si no es universal. Esa gran economía, unificada por el progreso de la técnica y por las necesidades del capital y del trabajo que es el mundo, necesita instituciones y convenciones políticas que gobiernen la marcha hacia el progreso. Dotar a la Unión Europea de resortes políticos que cohesionen económicamente a los países miembros debería ser reconocido requisito para una unión monetaria muy necesaria, pero quizá imposible sin cohesión económica.

Evitar la competencia desleal, el dumping social, la economía desregulada en cualquier ámbito son necesidades de las sociedades que quieran progresar, pero también de aquellas economías que no quieran retroceder.

Nosotros, que reivindicamos lo público, reclamamos limpieza, ética, democracia y eficacia. Por ello alertamos contra la deslegitimación de lo público a que lleva el conocimiento de casos vergonzosos de corrupción demasiado extendidos, de incumplimientos legales y abusos graves de los administradores de lo público por lo que tienen de atentado contra los únicos instrumentos de progreso que el común de los ciudadanos puede- gobernar y que ha puesto. en sus manos.

es secretario general de Comisiones Obreras.

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