Hasta las narices
Leo el 21 de abril la noticia de que un almirante ocupará el sillón de la Real Academia dejado por el cardenal Tarancón, y que su candidatura, única presentada, lo fue por Laín Entralgo, A. Colino y Torrente Ballester. Para alguien que ama las palabras precisas y sonoras y su diccionario de términos náuticos, y que a los 11 años quería ser pirata, no es chocante que un marino entre en esa Academia (aunque hay ahora otras profesiones más necesitadas de actualización y españolización de términos) si no fuera por lo que diré.Ayer, en un debate sin periodistas sobre la democracia paritaria, sugerí que las organizaciones de mujeres propusieran como candidatas a premios, academias y cargos nombrados a otras mujeres que sepamos merecedoras de ellos, sacándolas de una lista-directorio, que debía haber, con nombres de las mujeres que hay expertas en todo tipo de asunto de la vida.Hoy una concejala belga ha dicho que ese directorio lo ha hecho en Bélgica un ente estatal. Y yo m preguntaba por qué entre los 56 académicos sólo hay dos mujeres la escritora Carmen Conde y otra supongo, escritora.
No sé cuántos de los inmortales deben ser escritores, lingüistas o de otras profesiones, y me gustaría saberlo. Porque hace años que hay muchas profesora de literatura y lingüistas par que alguna estuviera en la Academia ayudando a los periodistas a usar bien las preposiciones y no, ¡cielos!, metiéndose en políticas nacionalistas. Y también hay médicas y otras profesionales par esos sillones y para otros cargos o recompensas; sólo tienen que ver las los hombres que eligen. Permitan que estemos hasta las narices de que los hombres, ingenuamente, cuando tienen que designar a alguien para algo, sólo se miren a sí mismos.-
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