El 'capitalista' sin dientes
Cuarenta mil pesetas una dentadura por sacar a Espartaco a hombros
,Si no llega el éxito ajeno no comen caliente. Viven de la caridad de los triunfadores. Cargan la suerte sobre sus hombros, aguantan los achuchones del público y llevan al torero triunfador hasta donde fuere menester. Saben que ocupan el peldaño más bajo, de la fiesta y, además, no les queda más remedio que tomarse a pitorreo su paradójica denominación. "Tiene huevos que nos llamen los capitalistas", comenta con soma Antonio Martínez Reina, conocido en Sevilla por El Gran Abelardo.
Tiene 52 años. Su cuerpo es pequeño y enjuto, pero todavía conserva la fuerza suficiente como para cargar a hombros al más pintado, como Espartaco, un torero al que admira por su arte y por su "enorme generosidad". Usa dentadura postiza. Los dientes le volaron de un puñetazo que le propinó otro capitalista, de Jerez de la Frontera, quien zanjó una discusión pendiente a tortazo limpio. El Gran Abelardo logró sacar por la puerta grande de Nimes (Francia) al diestro Pedro Castillo. Este volvió a triunfar en la Maestranza de Sevilla, y ambos se lo disputaron nuevamente. La pelea sobre el albero fue sonada. Ni uno ni otro lograron su objetivo. Un tercero aprovechó el follón y levantó al maestro.
La clave para ser un buen capitalista no es tener un hercúleo cuerpo, ni hacer gala de buena musculatura. Hay que saber ejercitar a la perfección el arte de las relaciones públicas, hacer bien la pelota a toreros, apoderados, ganaderos y a toda aquella persona que maneje dineros. Son los primeros en sacar el pañuelo y pedir orejas. Abelardo tiene experiencia. Dice que fue culpa del destino. Dos años antes de su muerte, Paquirri triunfó en Sevilla y su mozo de espadas le propuso llevarlo a hombros. Cobró 13.500 pesetas: 13.000 por el paseo y 500 por venderle la gorra, única manera de no percibir tan supersticiosa cifra. Satisfecho con el salario, consideró que podía ganarse así la vida.
Novillero
A Antonio Martínez, nacido en Constantina (Sevilla), le hubiera gustado ser matador de toros. Pero lo máximo que consiguió es formar cartel como novillero junto a El Platanito. Los dos eran tremendistas. Ninguno prosperó. Su última corrida acabó en escándalo. Cuenta que se negó a torear en su pueblo si antes no le pagaban. Al final, tuvo que hacerlo. "Después de que me partiera la boca un guardia civl", comenta. Al día siguiente lo llevaron al cuertelillo, y le raparon la, cabeza. Por no tener pelo, ni siquiera pudo cumplir el rito de cortarse la coleta.
El Gran Abelardo llora con facilidad. Es un sentimental. Recuerda entre lágrimas a su "amigo" Paquirri. Pero en un momento le cambia la cara. Habla de sus días de gloria, de Emilio Muñoz, de José Antonio Campuzano, de Manili, de las cuatro veces que ha sacado a hombros a Espartaco. Le queda la pena de no haber cargado a Curro Romero. "Y lo peor es que dudo mucho que lo pueda hacer. Me sería más fácil encontrar un mirlo blanco", comenta con resignación.
No le gusta hablar de dinero. Sin embargo, acaba confesando que Tomás Campuzano le dió en una ocasión 30.000 pesetas y otra vez recibió 40.000 de Espartaco. El pasado año le tocó pagar a Emilio Muñoz: después de salir por la Puerta del Príncipe y ser llevado a hombros hasta la capillita del Puente de Triana, el de la calle Pureza demostró su generosidad con el pago de 100.000 pesetas, a repartir entre Abelardo, que pilló 15.000, y ocho ayudantes que dieron cuenta del resto. No todos los toreros responden igual. "Ahora estoy un poco mosqueado con Finito. Le he llevado varias veces y el otro día me negó una entrada".
El veterano capitalista está a punto de acabar la carrera. Le quedan dos meses para recibir una pensión, y cuando le llegue dirá adiós a los ruedos. Este año la cosa va por mal camino. La Puerta del Príncipe sigue cerrada, por lo que tiene que seguir tirando de la caridad. Durante la feria duerme en un callejón detrás del bar Los Tres Reyes, y le guardan la maleta en un hotel. Pero no pierde el ánimo, ni las aficiones. Le gusta beber como a nadie y juega a las tragaperras. El miércoles metió cinco duros y ganó 10.000 pesetas. Era un hombre feliz.
Babelia
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