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Reportaje:EMERGE EL PASADO.

Así era Magrerit

La vida de los habitantes del Madrid medieval

Antonio Jiménez Barca

Pongamos que es el siglo X y un soldado árabe otea el panorama desde la alcazaba (castillo) de la ciudadela fortificada y fronteriza de Mayrit (situada en lo que ahora es el Palacio Real). Está de mal humor: dentro de poco, le han dicho, un general famoso, cruel y valiente, de nombre Almanzor, pasará por aquí. Es abril, hace buen tiempo y esto ha: espoleado al comandante más temido, que se propone, como otras veces, hacer una alto en el alcázar antes de partir rumbo a los reinos cristianos.A nuestro soldado, al que podemos llamar Ahmed, no le hace mucha gracia: con todo el jaleo que se avecina deberá estar más atento y vigilar con más cuidado por si las tropas cristianas se des cuelgan desde Guadarrama en dirección a Tulay-tula (Toledo).

En el fondo, la misión de su destacamento militar de frontera no es otra que la de vigilar y servir de barbacana contra las tropas cristianas. Ahmed debe observar también el perímetro de nueve hectáreas (nueve campo de fútbol) que abraza la muralla lo que los historiadores llamarán siglos después la Medina de la ciudad de Madrid.

Como cualquier ciudad árabe de la época, Mayrit está compuesta de callejuelas estrechas y enredadas, un zoco (mercado) y una mezquita mayor. Desde donde está apostado Ahmed se ve todo el recinto amurallado, y las tres puertas: la primera se encuentra en la Cuesta de la Vega -entonces llamada de Alvega-; la segunda, denominada después de Santamaría, se situaba entre lo que hoy es la calle de Sacramento y Mayor; la muralla subía luego por la calle del Factor hasta la calle de Rebenque, donde se emplazaba la tercera de las puertas: la de la Xagra.

Más allá de la muralla, en las colinas cercanas, Ahmed ve los arrabales, poblados por viviendas de labradores que poco a poco han ido conformándose como barrios. Esta noche, como tantas, deberá colocar las antorchas para informar a las guarniciones de que todo está en orden.

La inminente visita del famoso general hace que Ahmed tenga menos tiempo para correr detrás de los toros por la parte baja de la Cuesta de la Vega (una costumbre de la época) o para ver a su esposa, que ahora lava la' ropa en el arroyo de San Pedro (actual calle de Segovia).

Ahmed podría muy ¿¡en, ser descendiente de soldados.. musulmanes provenientes precisamente de Toledo,los cuales, en el siglo IX, levantaron la fortaleza bajo las órdenes del emir de Kúrtuba (Córdoba), Mohamed I.

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Nuestro soldado, mayritense, está orgulloso de algunas cosas de su ciudad: de su muralla, por supuesto, de 12 kilómetros de largo, 15 metros de alto y 2,5 de ancho; y ha oído contar que cuando se cavaba el foso apareció el cadáver de un guerrero gigantesco, cuya cabeza pesaba nada menos que 80 kilos; otros dicen que lo que se encontró fue el esqueleto de un animal inmenso, probablemente un mamut, para el que los habitantes de la época todavía no tenían ni nombre. Ahmed no se cree ninguna de las dos versiones, pero su padre. siempre le aseguró que hubo testigos y que ha salido en los libros; también en libros se ha escrito que las tierras que rodean Mayrit son muy aprovechables para elaborar cierto tipo de marmitas "que pueden ser utilizadas para la cocción, ya que la comida que se cuece allí no se descompone en las épocas de calor". El único madrileño famoso de la época es un tal Abdul Qasim Maslama, Al-Mayrití (el madrileño), conocido astrólogo obsesionado en traducir los planisferios celestiales de Ptolomeo.

Los habitantes de esta ciudad también se sienten orgullosos del agua; o mejor, de la manera inteligente de transportarla desde lejanos manantiales -algunos en lo que hoy es Canillejas- a base de pozos subterráneos de más de 50 metros de profundidad. Ahmed ve con satisfacción. la inmensa cantidad de norias que jalonan los valles y montañas que rodean la fortaleza. De hecho, el nombre de la ciudad, viene de la voz árabe mayrat, que significa precisamente eso, "viaje de agua". Por eso, allá en Kurtuba conocen la ciudad de nacimiento de Ahmed como Mayrit, esto es, "lugar de los viajes de agua".

Pero claro, mucha agua, mucho movimiento guerrero, buen clima, bastantes jardines, pero no una ciudad importante. La fama del mercado no sale del recinto. Es mucho más renombrada, por ejemplo, la feria de Al-Qalá (Alcalá de Henares). Y los 2.500 escasos habitantes de la ciudadela poco tienen que ver con los 100.000 de Córdoba o los 20.000 de Toledo.

En el fondo, la vida gira exclusivamente alrededor de las necesidades de la alcazaba. La mayoría de las profesiones se relacionan con los soldados: armeros, herreros, cuchilleros...

Y pasó Almanzor. Y pasaron los años. En 1085 (siglo XI) las tropas cristianas del rey Alfonso VI toman por fin la alcazaba de Mayrit. Sin batalla. Toledo había caído y ya no tenía sentido una guarnición árabe en retaguardia.

Así que los gobernantes musulmanes pusieron tierra de por medio., pero la población árabe de a pie se quedó. Y lo primero que tuvieron que hacer fue mudarse, ya que una de las nuevas medidas de los recién estrenados políticos cristianos consistió en instalarse en la parte noble de la ciudad (esto es, la antigua medina árabe) y desplazar a los musulmanes a los barrios periféricos. Los nietos de Ahmed, ya comerciantes, o artesanos, o alarifes (arquitectos) se trasladaron a lo que ahora son los alrededores de la plaza de la Paja. Muy posiblemente, los cadáveres de los nietos de nuestro soldado permanecen enterrados en el cementerio sobre el que hoy se levanta el mercado de la Plaza de la Cebada.

Con los soldados llegan también repobladores.Procedentes de Castilla, de León, pero también de Francia. Comenzaron pronto a nombrar a la ciudad a lo romance; es decir, Mayrit pasó a ser Magerit, penúltima fase del recorrido fonético del nombre de la ciudad.

Los nuevos pobladores forzaron el crecimiento de la ciudad. Y aunque la guerra se había desplazado hacia el. sur, todavía era inimaginable una ciudad sin muralla. Así que durante el siglo XII se erigió una segunda fortificación, que arrancaba también de la Puerta de la Vega' (ya sin el Al), cruzaba la calle de Segovia y llegaba a la plaza de San Andrés, donde se situaba la Puerta de Moros; de allí discurría por la cava Alta y la cava Baja (antiguos fosos) hasta la Puerta Cerrada, desde donde, por la cava de San Miguel, alcanzaba la Puerta de Guadalajara -en la calle Mayor, enfrente del mercado de San Miguel-; desde esta puerta, la muralla se dirigía hacia ópera y moría al llegar al alcázar, después de atravesar lo que es hoy la plaza de Oriente. La antigua- Mayrit era ya una Magerit 10 veces más grande.

Las puertas servían, entre otras cosas, para que los comerciantes que querían vender sus productos en el mercado (situado en la actual plaza de la Villa) pagaran un impuesto: el portazgo. Ahí cotizaban entonces los' habitantes de Al-Curcún (Alcorcón), reputados por su cerámica, o los de Chinchón, conocidos por sus productos agrícolas.

Para divertirse, los nobles organizaban torneos deportivo guerreros. Los plebeyos preferían el chito, juego que consitía (y consiste) en abatir con hierros circulares y planos unos palos pequeños puestos en pie situados a una decena de metros.

En 1202 el rey dota a la ciudad de un fuero: Magerit ya tiene leyes. El Concejo -el Ayuntamiento de entonces, que ya se reunía en la plaza de la Villa, llamada de San Salvador- intentaba hacerlo cumplir a rajatabla. Allí, en el fuero, se consignó hasta el precio en maravedíes al que los pescadores debían vender los barbos y las bogas (aún no se hablaba del fletán).

Por un maravedí un madrileño del siglo XIII se hacía con 11 kilos de bogas. Si se tiene en cuenta que al simpático "tañedor de cítara que llegare a la ciudad en caballo" el Concejo le pagaba por actuación tres maravedíes, el pescado no estaba caro. La muralla también estaba presente en el fuero: "Quien mataré a un vecino, pague 100 maravedises de oro, y se paguen en tres viernes. ( ... ) El pago del último viernes destínese a la obra de la construcción de la muralla".

Y, para desgracia de Ahmed, sus tataranietos vivían peor: "Todo moro cogido con cosa hurtada, si fuere libre, ahorcarlo; mas si fuere cautivo, córtenle el pie". Paulatinamente, los musulmanes van perdiendo derechos, costumbres e idioma. En 1492 serán expulsados definitivamente. Pero quedarán de ellos muchas cosas : la Virgen de la Almudena se llama así porque fue encontrada, según la leyenda, en la antigua Almudaina o ciudadela árabe; y, hasta 1851, fecha en que el Canal de Isabel II se hizo con el abastecimiento de agua de la ciudad, se usaron los viejos pero excelentes canales acuíferos árabes.

La ciudad crece, y las puertas de la muralla son derribadas porque nuevas gentes necesitan nuevos barrios. La mayor parte de la muralla sucumbe o queda debajo de los nuevos edificios. Estamos en el siglo XVI, y la ciudad ya no es un puesto fronterizo como Mayrit, ni una ciudadela, ni una villa medieval como Magerit, sino la capital del Reino, y se llama, ya para siempre, Madrid.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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