Toma de conciencia

Basándose en experiencias vividas hace 20 años, en su etapa de militancia política, la debutante Azucena Rodríguez ha realizado una difícil, personal e interesante película. Situada la acción en Madrid, en 1974, transcurre íntegramente en la entonces cárcel de mujeres de Yeserías, por lo que guarda relación con toda una serie de producciones que transcurren en penitenciarías para mujeres, pero tiene una clara personalidad propia.En primer lugar porque Entre rojas sucede en verano, en una prisión muy luminosa, que tanto las reclusas como la realizadora tratan de que sea lo menos parecida posible a una cárcel, pero no deja de serlo. Luego por narrar una toma de conciencia: cómo una niña rica con novio rojo llega a tener más conciencia política que las propias militantes.

Y en tercer lugar por esconder algo de ajuste de cuentas con las viejas compañeras del partido comunista, que, tras el invisible aparato represivo del general Franco, encarnado en las funcionarias de prisiones, aparecen como las. malas de la película. Además de ser también el nacimiento de una amistad entre dos muchachas de clases sociales, muy diferentes. Personajes femeninos

Narrada desde el punto de vista de una niña rica sólo interesada por el ballet clásico, que llega a la cárcel para descubrir un mundo desconocido, que le asusta pero en el que no tarda en moverse con más habilidad que sus experimentadas compañeras, Entre rojas es una película coral de múltiples personajes femeninos.

Sin embargo, tanto a niveles de guionista Como de realizadora, Azucena Rodríguez maneja los múltiples elementos y personajes que tiene en juego con una gran habilidad, más propia de una experimentada profesional que de una debutante.

A través de la historia de una fuga, Azucena Rodríguez describe la personalidad de la protagonista y sus principales ,compañeras de encierro, las particularidades de una cárcel de mujeres y además dé una peculiar visión de la transición política de la dictadura a la democracia.

No obstante, lo hace con tanta brillantez como eficacia, por lo que el resultado se sitúa entre las mejores primeras películas del cine español.

Dentro de la perfección del conjunto destaca la luminosa fotografía de Javier Salmones, pero sobre todo el excelente trabajo interpretativo de un amplio grupo de jóvenes actrices.

En primer lugar se sitúa la siempre luminosa Penélope Cruz, que además demuestra no haber olvidado sus orígenes de bailarina clásica, seguida de la mucho menos conocida María Pujalta, pero igualmente eficaz.

Entre las que se sitúa Cristina Marcos, que consigue sacar a flote el menos agradecido y desdibujado de los personajes. Sin olvidar a Ana Torrent, excelente en un papel que nada tiene que ver con lo hecho anteriormente. Lo que también confirma a Azucena Rodríguez como una gran directora de actrices.