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MATANZA EN EEUU

Escasas esperanzas de encontrar con vida a las víctimas del atentado

Las esperanzas de encontrar con vida a las víctimas del atentado del miércoles en el edificio Alfred Murrah de Oklahoma se hacen más débiles a medida que pasan las horas. En la ansiedad que rodea las labores de rescate se vivieron ayer momentos de confusión cuando el gobernador del Estado, Frank Keating, anunció el descubrimiento de medio centenar de cadáveres. Posteriormente, el jefe de bomberos aclaró que se habían mezclado las informaciones sobre el número provisional de víctimas y la localización de algunos cuerpos.

Los equipos de rescate "estarán trabajando mientras haya la mínima esperanza" de vida, aseguró Gary Marrs, jefe de bomberos de Oklahoma. Pero la previsión de fuertes vientos para la tarde de ayer dejó abierta la posibilidad de aplazar o suspender momentáneamente la operación de rescate, ante el riesgo de que caigan fragmentos de la destrozada fachada sobre los voluntarios y especialistas que trabajan al pie del Alfred Murrah. También preocupa la inseguridad de la estructura del edificio. Ayer se reforzaron con acero y cemento algunas columnas y los extremos de la pared Este, barrida por la explosión.Marrs indicó que el trabajo de las primeras 48 horas se había centrado en la revisión de seis plantas, entre la novena y la tercera, y que desde ayer se intensificaba la búsqueda entre la tercera y el sótano, una vez que ha sido despejado parcialmente de escombros la parte inferior del edificio.

Marrs explicó la confusión surgida al combinar los datos provisionales de víctimas con el descubrimiento de otros cuerpos que no fueron sacados del edificio inmediatamente para dar prioridad a la búsqueda de supervivientes. El hallazgo de restos desgarrados y separados de los cuerpos, señaló el jefe de bomberos, hace más dificil la tarea. Aunque el número final será mucho más elevado, indicó Gary Marrs, porque todavía hay más de un centenar de desaparecidos, el recuento oficial tendrá en cuenta sólo los cadáveres resca tados, que anocher eran 65, y no los localizados. De éstos 53 cuerpos se encuentran ya en el depósito y 12, aunque sacados ya de entre los escombros, permanecen en el lugar del atentado. Entre estos 65 se cuentan los dos cadáveres hallados entre los escombros de un edificio de cuatro plantas que se encuentra enfrente del Alfred Murrah y que sufrió grandes desperfectos.

Avidez de noticias

Las noticias del rescate son seguidas con avidez por los familiares de los desaparecidos. Un hombre enseña a las cámaras la foto de sus dos hijos, que estaban con los 23 niños que se encontraban en la guardería de la segunda planta del edificio: "No sabemos en qué condiciones estarán, pero vamos a mantener la esperanza de que les encuentren vivos. Esta es la foto. No queremos que nadie se olvide de ellos, independientemente de cómo aparezcan". Los servicios religiosos y los grupos de ayuda psicológica se multiplican para atender a familiares y supervivientes.

Mientras tanto, a una manzana de distancia, una marea humana de curiosos, períodistas, y voluntarios contrasta con el resto del centro de Oklahoma, un cuadrado de calles fantasmas cerradas al tráfico y llenas de cristales rotos y de silencio desolado. A pesar de las recomendaciones de la policía, cientos de personas fueron el jueves por la tarde a ver de cerca el lugar de la catástrofe, armadás de prismáticos, cámaras de fotos y vídeos domésticos. Los cascos multicolores de los especialistas se mezclaban con marines y patrulleros. Ancianos oficiales del Ejército de Salvación con uniformes azul marino y gorras de plato con cinta escarlata se codeaban con los productores de las cadenas de televisión.

El padre Carlozzi, envuelto en su mono negro de capellán, vol- serio del interior del edificio: "He tratado de ver si había algunas personas vivas a las que yo pudiera ayudar". No ha visto a nadie, pero no pierde la esperanza. Cerca de él descansa Lucy Renolds, una madre de tres hijos especializada en adiestramiento de perros para catástrofes, con un pastor alemán, Grechen, a su lado. "El ser humano es más resistente de lo que parece. Voy a volver a los escombros, porque puede haber alguien con vida".

Más de 300 estaciones de televisión, desde las más potentes hasta los canales locales de Tulsa o Dallas, alinean sus cámaras frente al edificio en ruinas. Rcircuito de entrevistas es una competición reñida. El gobernador Keating se alterna con el alcalde Norick y otras personalidades ante las cámaras. Por medio se cruza una pareja de japoneses en viaje de novios que tropieza con los cables. Los dos sonríen mientras se hacen una foto con el edificio en ruinas como fondo.

Voluntarios reparten bocadillos y bebidas. Dos helicópteros sobrevuelan la zona y la policía empieza a perder la paciencia con la avalancha de padres y madres que pasean a sus bebés entre las cámaras y con los curiosos que hacen fotos.

Los presentadores de televisión piden a la gente que no venla, que esto es un rescate, no un circo, pero Karen Zimmermann defiende sus razones para estar aquí: "Tengo el corazón roto, pero tenía que venir para sentirme cerca de una tragedia como ésta, y eso no lo puedo hacer viendo la televisión". En la calle se despliega un puesto de fruta, bocadillos y bebidas, con una sandía puesta a enfriar. "Estamos para ayudar", dice Nicole, una madura florista que ha descubierto su vocación oculta. El atentado le produjo depresión, así que ha dejado a sus hijas en la tienda y reparte comida y bebida. Era inevitable abandonar la escena con un plátano y un refresco de limón y té, cortesía del Ejército de Salvación.

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