_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Programa

Enrique Gil Calvo

Desde hace un tiempo, la peseta parece haber recobrado la calma, alcanzando paridades más confortables y adquiriendo una cierta autonomía respecto a la incorregible debilidad del dólar. ¿Quiere esto decir que por fin han desaparecido las incertidumbres del mercado financiero porque nuestro Gobierno haya recuperado la iniciativa? Cabe dudarlo, pues la cotización de la peseta poco tiene que ver con la confianza que inspire nuestra pasiva política económica. Lo más lógico, en cambio, es que la calma monetaria sea producto de haberse sobrepasado la frontera del 4 de abril, fecha límite para la hipotética disolución de a legislatura. Y no es que los mercados financieros voten a favor de la continuidad gubernamental (como les gustaría creer a los socialistas más alejados de la realidad) sino que constatan un hecho objetivo que a medio plazo despeja cualquier incertidumbre de futuro: hasta el 4 de abril todavía resultaba posible que el Gobierno adelantase las elecciones generales (con la consiguiente imprevisibilidad de los inciertos escenarios post-electorales), pero desde entonces hasta el año próximo ya ha quedado completamente descartada semejante posibilidad. En consecuencia, los mercados financieros se estabilizan.Pero también podía intervenir otro elemento adicional, cuya influencia resulta hoy por hoy muy difícil de ponderar. Me refiero a un hecho nuevo, como es que el principal partido de la oposición se haya decidido a insinuar los con tenidos programáticos de su futura política económica. Y esto, se comparta o no la ideología del Partido Popular, es algo que también contribuye objetivamente a despejar las incertidumbres políticas, ya que hasta aquí no se sabía muy bien qué podría hacer la derecha española cuando por fin alcanzase el poder (pues hasta se dudaba de que lo su piese ella misma), como parece seguro que sucederá en cuanto se convoquen las próximas elecciones generales. Pero ahora ya sabemos a qué atenernos, pues el señor Aznar ha adelantado un tímido resumen de su programa de gobierno. ¿Por qué ha presentado por fin el PP su programa a des hora, cuando podría ganar las elecciones sin descubrir sus cartas ante la segura derrota socialista? Es cierto que el PP tenía que responder a las acusaciones retóricas de carencia de programa. Pero podría hacerlo como hasta ahora, presentando otra enésima versión de su no-programa. Esto es lo que hizo el PSOE en 1982 ganó las elecciones con un seudoprograma que no pensaba aplicar nunca y que traicionó en cuanto llegó al poder. Sin embargo, el PP ha preferido asomar su patita, anunciando a modo de. aviso una muestra de su verdadero programa neoliberal. ¿Por qué lo ha hecho si no tenía necesidad? ¿Por honradez profesional, pues el que avisa no es traidor? ¿Para sondear a la opinión pública, afín de evaluar las reacciones que se produzcan? ¿O para asustar a los ciudadanos, con tal de perder las elecciones y evitar así lo que más se teme, que es asumir el poder?

En todo caso, bienvenido sea este anuncio de programa, por incoherente que resulte su contabilidad. Y si cabe celebrarlo no es sólo por ser la primera vez que en España la derecha promete gobernar con una oferta-liberal (en lugar del acostumbrado parternalismo proteccionista y autoritario) sino porque quizá rompamos así el hipócrita círculo vicioso que bloquea a nuestra opinión pública, que en privado reconoce la insostenible crisis fiscal mientras en público se llena la boca con la sacrosanta intangibilidad de los derechos sociales. Esta falaz ficción, heredada del franquismo y apuntalada por el guerrismo, hace que todos mientan a derecha e izquierda, obligados a sostener una rampante demagogia a espaldas de la realidad. Pues bien, una vez aseguradas sus espaldas por el pacto de Toledo y con el viento electoral de las encuestas, a favor, hoy el PP se ha decidido por fin a dejar de mentir y a enseñar sus verdaderas cartas programáticas. En buena hora sea, si con ello se abre un debate en nuestro discurso público, obligándonos a todos a quitarnos la careta o la venda y a afrontar la realidad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_