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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Chirac o Balladur

A UNA semana de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas subsisten las dudas sobre su desenlace. Ello es consecuencia, sobre todo, del hecho de que Jacques Chirac y Édouard Balladur, los dos candidatos en principio con más posibilidades, pertenezcan al mismo partido. El primero recibiría, según los últimos sondeos, en tomo al 25% de los votos, y el segundo, cerca del 20%. Como al candidato socialista, Lionel Jospin, se le atribuye en tomo al 22%, resulta que los tres están dentro de ese margen de error de tres a cuatro puntos que suelen admitir las empresas demoscópicas.La novedad de las últimas semanas ha sido el esfuerzo de Balladur por incorporar dosis de populismo a su campaña, imitando en eso a un Chirac que ha intentado presentarse casi como un hombre de izquierda. Si éste ha logrado apoyos de intelectuales amigos de Mitterrand, al estilo distante del jefe del Gobierno no le cuadra lo de quitarse la corbata, subirse para hablar a una mesa de café y hacer que le llamen Dou-Dou. Pero el efecto de esa entrada en el terreno populista ha sido introducir cierta acritud en su enfrentamiento personal con Chirac. Ahora, los insultos o palabras duras entre los dos miembros del partido gaullista son el gran atractivo del espectáculo electoral. Una táctica de enfrentamiento sereno de los programas hubiese permitido quizá que el partido conservase su cohesión al margen de los resultados en las urnas. Pero, ante el tono que ha tomado la campana, surgen dudas sobre el futuro del partido, el RPR. Es significativo que el ministro Pasqua, hombre fuerte de la candidatura de Balladur, haya lanzado una llamada a no "exacerbar" el tono. El nuevo presidente contará con una amplísima mayoría parlamentaria. Pero si las cosas siguen como ahora, muchos piensan que serán precisas elecciones legislativas para que el campo vencedor imponga su hegemonía.

En cuanto a los programas, dejando de lado las propuestas de Jospin inspiradas en las ideas de Delors, lo que proponen Chirac y Balladur no presenta grandes diferencias. Ambos anuncian medidas para reducir el paro considerable (12%) que Francia sufre desde hace un año. Pero así como Balladur está muy pendiente de los datos oficiales, esperando alguna señal de mejora en las últimas semanas, Chirac traza una perspectiva de futuro con planes espectaculares de desarrollo y reducción del desempleo. Claro que sus proyectos económicos ofrecen el flanco a duras críticas de sus adversarios, que le reprochan incongruencia: la promesa de disminución de impuestos se combina con la reducción del déficit presupuestario, mayores ayudas para los campesinos y una reducción de las cargas empresariales para estimular el empleo.

Se esperaban diferencias serias entre Chirac y Balladur sobre el problema europeo. Pero el primero ha europeizado en gran medida sus posiciones anteriores: defiende el Tratado de Maastricht y la moneda única, con lo cual los sectores de la derecha que han sido, y siguen siendo, enemigos de la unidad europea en los términos en que está planteada en la actualidad quedan de hecho fuera de la batalla presidencial, o al menos de la contienda que va a designar al futuro huésped del Eliseo.

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A partir de la experiencia de anteriores elecciones, muchos observadores han establecido una especie de regla que goza de cierto crédito: el que sale en cabeza acaba perdiendo. Tal es el caso de Balladur. En cambio, el que logra arrebatar esa posición al adelantado tiene muchas posibilidades de ganar la carrera; si la regla se cumple será el turno de Poulidor Chirac, después de sus dos fracasos consecutivos.

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