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'Pin' de san Jorge o quimono japonés

Las tiendas de los museos amplían su oferta a objetos ajenos al arte para atraer clientes

Cada museo posee -o busca- su personalidad. Y esto no se consigue sólo en los tesoros que guarda; también en las tiendas de recuerdos cada sala de exposiciones persigue su impronta. Así, el Museo del Prado practica una estética muy española: carpetas y cuadernos con, reproducciones de El Bosco o de El Greco; el Arqueológico le busca las vueltas al filón antiguo: botellas primorosamente presentadas de hidromiel, bebida de origen griego hecha a base de miel fermentada. El Reina Sofía, más moderno, vende desde joyas de diseño a juguetes. Los tiempos de la única postal o el cartel han pasado a la historia.

Museo del Prado. Las estrellas de este museo de pintura son, por este orden, Las meninas, de Velázquez, y las escenas licenciosas de El jardín de las delicias, de El Bosco. En tercer lugar se sitúa El caballero de la mano en el pecho, de El Greco.

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Estas imágenes están por todos los lados y en todos los, soportes: en platos (550 pesetas), en figuras de madera, en carpetas escolares (775), en posavasos (950), en monederos (750), en collares con gargantillas de plata (2.675). La maja desnuda, de Goya, tiene más éxito que su colega vestida y aparece en muchos más formatos de carteles: en el grande, mediano y pequeño.

La maja vestida se conforma con aparecer sólo en el tamaño grande. "Pero los verdaderos superventas, tanto para visitantes nacionales como para extranjeros, son los llaveros-meninas (400 pesetas) y un juego de lápices de colores (650)", cuenta una de las vendedoras. Una familia japonesa que la pasada semana acudió a la tienda se gastó unas 15.000 pesetas en recuerdos de la pinacoteca, sobre todo en joyas.

Museo Arqueológico. En la coquetona tienda del Museo Arqueológico uno puede encontrar desde un pin (alfiler de solapa) que reproduce pinturas medievales de san Jorge, la princesa y el dragón, por 350 pesetas cada uno, hasta un cuarto de litro de aceite de oliva (645 pesetas). El envase del aceite, eso sí, reproduce una pintura griega encontrada en un ánfora. "Pues sí que se lo llevan, sí, Sobre todo, los de aquí; los extranjeros, no", comenta la encargada de la tienda. Al lado de la botella de aceite se exhibe otra de hidromiel (miel fermentada y agua, de origen griego y anterior al vino y a la cerveza, según reza la etiqueta del envase, también, cómo no, adornada con un motivo clásico; precio: 1.300).

Lo que más atrae al públicos un juego de jeroglíficos que utiliza este tipo de lenguaje ara codificar mensajes 2.995). "Aquí vienen muchos colegios, y los niños no tienen mucho, dinero, aunque se suelen llevar siempre el pin medieval", añade la vendedora. La tienda lleva abierta desde el 9 de febrero.

Museo de Ciencias Naturales. Las vitrinas de la tienda del Museo de Ciencias Naturales están repletas de minerales, fósiles y material escolar ecológico. Los niños pululan con la nariz pegada al cristal. En la mano llevan los 20 duros que cuesta una piedra de talco de León, aragonito de Guadalajara o el ópalo de Albacete. Los Más mayores, ya en BUP, invierten más dinero en comprar piedras: de las 350 pesetas que cuestan una amatista de cristal de Brasil o un jade de Suráfrica a las 450 pesetas de una fluorita americana. Según cuenta el encargado de la tienda desde hace tres años, José Duarte, los minerales y el conjunto de lapicero, goma y sacapuntas, todo ecológico, son los productos estrellas del museo. "Y los dinosaurios: a los chicos les vuelven locos", apunta Duarte, quien estima en 200 pesetas la media que invierten los niños.

Museo Reina Sofía. Es el que muestra y vende más objetos sin relación con lo que se expone. Se pueden encontrar camisetas que reproducen algunos de los cuadros de Dalí (1.900 pesetas) o rompecabezas del Guernica de Picasso (1.895); pero al lado uno puede jugar con un molinillo de viento (850 pesetas, el tamaño pequeño). Las vendedoras lo tienen claro: "Aquí todo el que entra compra; algunos, postales y carteles, pero muchos otros adquieren las joyas o los recuerdos más extraños; los que más se gastan son los japoneses. Una vez uno se gasto más de 30.000 pesetas en joyería. Los que menos, los franceses, revelan.

Colección Thyssen. Lo que más llama la atención en la tienda de este museo son unos quimonos de colores: el pequeño, 10.250 pesetas; el grande, 14.250. Son de los pocos objetos que no tienen que ver con el arte. "Hombre, hay quien se lleva el quimono, pero la mayoría opta por los catálogos de exposiciones o por las reproducciones de las obras", dice la vendedora Alicia Martínez.

Museo Municipal. Los más castizos van en busca de oso con madroño (300 pesetas) o chulapos (700). De lo más preciado, las réplicas de las antiguas barquilleras, por 85.000 pesetas. Hay quienes prefieren llevarse pañuelos de seda con la puerta de Alcalá (12. 000) o una corbata con la arboleda del Retiro por 7.000 pesetas. "El público busca cosas típicas de la ciudad", explica Sabina Díaz, encargada de la tienda. Y para los golosos dispuestos a gastar 800 pesetas, chocolatinas con oso y madroño.

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