Un Brahms electrizante
Harnoncourt elabora su discurso constructivo con un ojo puesto en los materiales musicales originales. Otorga prioridad a extraer las tensiones de la partitura, a buscar que cada nota, cada frase, salgan de sí mismas y, en cierta medida, hasta canten.Es importante su compenetración con las orquestas con que trabaja, sean de instrumentos originales o no. Harnoncourt fue durante 17 años vilonchelista de la Sinfónica de Viena. Ahora, como director, al menos el día 28, los planteamientos conceptuales no siempre se correspondieron con la realización. Así, su Haydn estuvo tan magníficamente construido como denotó cierta insulsez, y en su Beethoven convivieron desde el desvaimiento del andante hasta una vibrante lectura a partir del tercer movimiento de la Pastoral. ¿Estaban cansados Harnoncourt y la orquesta? Probablemente.
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HarnoncourtOrquesta Sinfónica de Viena. Piano: R. Buchbinder. Sinfonías 101, de Haydn, 6 de Beethoven y 1 de Brahms; concierto de piano 20 de Mozart. Auditorio Nacional. Madrid, 28 y 29 de marzo.
Las cosas cambiaron radicalmente el día 29. En Mozart, surgió la comunicación, el instinto dramático, el juego lúdico con la valiosa aportación de Buchbinder. Después Brahms, una Primera de energía tremenda, precisa en la articulación, sabiamente balanceada, con un clima expresivo impresionante y con dos movimientos extremos electrizantes. Era lo más esperado, lo que resultó más sorprendente y lo que levantó el clamor en la sala.
Tal vez la Sinfónica de Viena no esté en su mejor momento, pero el esfuerzo que realizó para adaptarse al criterio de Harnoncourt fue formidable. En cuanto a éste, ¡quién nos lo iba a decir! Nos llevó de la mano por Monteverdi y Bach, nos ensimismó con los clásicos y con Weber, nos sorprendió con Schubert, Mendelsshon y Schumann, y ahora nos encandila con Brahms. Su intensidad y su espíritu indagador son verdaderamente admirables.
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