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EL 'GUMPISMO' CONQUISTA HOLLYWOOD

Tom Hanks se convierte en el ídolo más querido y mejor pagado

El intérprete cobra 1.935 millones de pesetas por cada película

Antonio Caño

ANTONIO CAÑO. Algunos puristas pueden rasgarse las vestiduras al ver el nombre de Tom Hanks inscrito junto al de Spencer Tracy como el único en la historia en ganar dos oscars consecutivos al mejor actor principal. De cualquier forma, este segundo premio para el protagonista de Forrest Gump es un reconocimiento para quien en este momento es la estrella cinematográfica más querida en Estados Unidos.

También es, por supuesto, el actor cuyo trabajo más beneficios ha dado a Hollywood hasta la fecha, cerca de 1.200 millones de dólares por 20 películas (unos 154.800 millones de pesetas), sólo en Estados Unidos y, junto con Arnold Schwarzenegger y Tom. Cruise, el que más cobra por cada cinta, 15 millones de dólares (1.935 millones de pesetas).

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Es difícil, sin embargo, pensar en dinero cuando se habla de Tom Hank. A sus 38 años y en la cumbre del éxito, Hanks recordaba todavía al pobre Forrest Gump cuando le ahogaba la emoción al recoger en la noche del lunes su segundo Oscar. En otro cualquiera, esas lágrimas y las bendiciones que repartió urbi et orbi desde el podio hubieran parecido falsas. Pero Hanks tiene la capacidad de ser auténtico y convincente en las situaciones más ridículas, y eso es lo que hace sus personajes creíbles y entrañables.

Su contribución al éxito de Forrest Gump fue todavía más determinante que en Filadelfia, por cuya actuación como un homosexual enfermo de sida obtuvo el Oscar de 1993. Hanks no había participado antes en grandes películas, pero quien haya seguido el cine de Hollywood en los últimos anos recordará sus interpretaciones muy por encima de los papeles a los que correspondían. En Sleepless in Seatle, por ejemplo, su trabajo le da emoción a una cinta regular. Y su primera propuesta para el Oscar, en 1988, la obtuvo por una película, Big, que sin él hubiera sido probablemente un mediocre cuento para niños.

Cualidades

Nacido cinematográficamente en la comedia, Tom Hanks no ha tenido hasta ahora la carga dramática que se les supone a los grandes actores. No es, por decirlo de otra manera, un Al Pacino o un Robert de Niro. Tampoco es un cómico puro al estilo de Steve Martin ni se presta a papeles de galán, como Kevin Costner, o de duro, como Harrison Ford.

Su físico y cualidades parecen las propias de un actor de reparto, y tal vez por eso su éxito resulta más sorprendente y meritorio. Tom Hanks recuerda más a Dustin Hoffman o -si se quiere ser más generoso- a Cary Grant, y la explicación a su triunfo hay que buscarla en la proximidad que despierta en el espectador.

Por eso su papel de Forrest Gump lo ha acabado de consagrar. Como ese infeliz muchacho de Alabama que llega a ser un héroe sin quererlo ni saberlo, Hanks se ha convertido en una estrella sin comportarse como tal. Tom Hanks no usa gafas oscuras ni ropas extravagantes ni hace declaraciones provocadoras ni ha tenido que acudir a clínicas de desintoxicación ni ha estado envuelto en escandalosas historias de amor. Todo hace pensar que es un hombre sencillo, de apariencia casi vulgar, con una vida como la de cualquiera de nosotros. Es el hijo que toda madre hubiera querido tener y el modelo de conducta que este país tan persistentemente busca en el cine y en el deporte.

Tom Hanks es un poco como el gran actor cuyo récord ahora iguala. Spencer Tracy (que obtuvo sus dos oscars consecutivos en 1937 y 1938) ha sido definido por el crítico Glen Kenny como "una persona promedio, nada del clásico ídolo de matiné, un hombre ordinario a quien con frecuencia se hacía portador de mensajes extraordinarios".

"Forrest Gump" , explica Tom Hanks en términos muy semejantes, "describe el mundo al que perteneces tú, yo y todos los demás, un mundo en el que hay derrotas y hay responsabilidades. El aspecto emocional de la vida de Forrest resuena en todos nosotros y viceversa. Todas nuestras vidas se ven reflejadas en la pantalla".

Tom Hanks es, además de todo, un disciplinado obrero del cine, el actor con el que los directores sueñan trabajar. En buenas manos, su carrera puede batir otros récords todavía, incluido quizá el de ganarse el respeto de los puristas.

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