Miami nace en Guantánamo
Decenas de cubanos siguen cruzando a la base e EE UU, pese al incierto futuro que les espera
La Base Naval estadounidense de Guantánamo es un monumento a la esquizofrenia en el oriente cubano. Dentro de su perímetro, cerca de 30.000 balseros cubanos se mueren de tedio y frustración en carpas y barracas esperando que EE UU reconsidere su política migratoria y les permita entrar en Miami. Fuera, en la carretera que conduce al primer pueblo cubanoa, hay controles desde donde vallas con soldados de cartón piedra gritan: "Bienvenidos a Caimanera, primera trinchera anti-imperialista de América". La carretera es un collage de consignas grandilocuentes y contradicciones.La semana pasada, 12 jóvenes del barrio guantanamero de Santa María se levantaron temprano y se marcharon a la base. Sabían por la televisión que Estados Unidos no quería más refugiados, pero creyeron más en los rumores que corrían por la ciudad de que los balseros que lograsen cruzar la bahía o saltar la alambrada y atravesar los campos minados podrían entrar en EE UU. Como ellos, otros jóvenes de Guantánamo y Santiago de Cuba intentan todas las semanas salir ilegalmente de su país.
"No saben lo que hacen", dice Jesús García, un mulato de 32 años que se lanzó al estrecho de la Florida en una rústica balsa el 18 de agosto, un día antes de que Clinton anunciase públicamente que EE UU no recibiría a más balseros cubanos. Jesús fue recogido por un guardacostas norteamericano un día después, y cuando ya faltaba poco para que llegase a Cayo Hueso, el barco viró en redondo y puso rumbo a Guantánamo. El fue uno de los primeros en llegar a la base, donde le asignaron el campamento Alfa, mas conocido como "el campamento de los engañados".
Los 1.200 cubanos que ocupan dicho campamento no sabían que irían a parar a Guantánamo cuando salieron de la isla, y por eso algunos albergan la esperanza de que serán los primeros en entrar en Estados Unidos si hay un cambio de política. Jesús, en cambio, se desencantó pronto y volvió a casa en Navidades atravesando el campo minado. "Estaba desesperado. No nos daban información. Si las cartas de nuestras familias ponían algo sobre la política que EE UU iba a seguir con nosotros, llegaban cortadas. Los ejemplares del Miami Herald eran revisados y se eliminaban todas las páginas que tocasen el tema de la base, y tampoco la radio que escuchábamos, Radio Esperanza, daba ninguna noticia sobre el futuro de los refugiados".
Juan Morgan Nodarse, ingeniero naval, piensa que los marines seguían esa política para evitar motines y revueltas como las que se produjeron el 5 de septiembre, cuando los refugiados salieron de sus campamentos y protestaron con violencia y quemaron contenedores de basura. "Estábamos desencantados. Después de haber arriesgado la vida en el mar, éramos recluidos en tiendas de campana y teníamos que esperar en condiciones pésimas un viaje a ninguna parte".
Morgan recuerda que para él la estancia en la base fue muy difícil. Hubo casos dramáticos, como el de los 29 marielitos que se encontraban en Guantánamo. Ellos se marcharon a Estados Unidos en 1980 durante el éxodo del Mariel, pero pronto Washington los consideró indeseables, "excluidos" de entrar a su territorio, y los encarceló. Hace pocos años fueron deportados a Cuba, a pesar de que algunos ya tenían familia en EE UU, y durante la crisis de las balsas del verano pasado intentaron volver a Estados Unidos, pero fueron identificados en Guantánamo.
El acuerdo que Estados Unidos y Cuba firmaron en Nueva York el 9 de septiembre de 1994 dejó abierta la posibilidad de que los refugiados volviesen voluntariamente a sus casas para luego solicitar su entrada en EE UU a través del consulado. Sin embargo, el trámite para regresar es tan lento y burocrático que hasta la fecha sólo 465 balseros han conseguido volver en vuelos desde la base. Según fuentes norteamericanas, en la actualidad hay, 756 refugiados en Guantánamo que esperan regresar a Cuba, de los que las autoridades de la isla han aprobado 296 casos. De los 465 que han logrado regresar, el 25% ha presentado papeles en el Consulado de EE UU en La Habana para emigrar o ha solicitado participar en la lotería que este año proporcionará 5.000 visados de emigración a los cubanos.
Ni Jesús, ni Morgan, ni los más de 1.000 refugiados que han cruzado los campos minados de la base de Guantánamo para volver a su país tienen derecho a nada. Las autoridades norteamericanas han aclarado que nadie que vuelva de forma ilegal podrá beneficiarse de un visado de inmigración., Ellos son los más perjudicados por una crisis en la que han sido pelotas de pimpón, y por eso ahora ven con horror cómo algunos jóvenes de las provincias del oriente de Cuba siguen engañados y continúan lanzándose a una aventura mortal y sin sentido, a un viaje a ninguna parte.
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