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Tribuna:PARADOJAS DE LA CRISIS MONETARIA
Tribuna
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'Über alles' (en voz baja)

JOSEF JOFFEUn triunfo no dura siempre, dice el autor, para quien ni con tanta fortaleza la divisa alemana podría llegar a hacer frente a un fuerte proceso especulativo

Ustedes pensarán que los alemanes deben de estar la mar de contentos con el todopoderoso marco mientras el dólar va de cabeza, la libra y el franco patinan, y la peseta y el escudo están por los suelos. Todo el mundo parece refugiarse en el marco, y algunos se dedican a apiñar su dinero en Suiza.Pero si hay júbilo, es sotto voce. Por supuesto, los peripatéticos turistas alemanes están contentos, porque ahora pueden tomarse un expreso en Roma por una tercera parte de lo que cuesta en Múnich. A los exportadores, claro está, no les gusta, porque un marco en incesante apreciación disminuye la demanda de sus mercancías en el mercado mundial.

Pero éstas son las reacciones que, según todos los libros de texto, provoca cualquier reajuste de una divisa en cualquier país. El estado de ánimo en Alemania es de abatimiento por tres razones más profundas. La primera es que un triunfo como el del marco no dura para siempre.

En el mercado monetario mundial de nuestros días sólo hay una verdad imperecedera: el dinero no sabe de banderas ni de países. Si esos volátiles miles de millones no se convierten en capital -inversiones directas- en el extranjero, demostrarán la misma lealtad al país-paraíso de turno que una mujer de la vida a la que ya se ha pagado.

En segundo lugar, no es ninguna ventaja ser la divisa favorita de todo el mundo. Por muy fuerte que sea el marco, sigue pudiendo ser manipulado por vastas y anónimas fuerzas del exterior -especuladores en busca de seguridad o beneficios-. Por ejemplo, por cada dólar que el Bundesbank tiene que aceptar, 1,4 marcos entran en circulación y hacen subir la oferta de dinero y, por tanto, las presiones inflacionarias. Y si Francfort [ciudad en la que está la sede del Bundesbank] sube los tipos de interés para frenar la inflación, atraerá incluso más moneda extranjera.

A un país como Alemania, que cree en la estabilidad über alles, la inundación monetaria le atrae tanto como la subida del nivel del mar del Norte atrae a los holandeses.

En tercer lugar, el seismo monetario de esta semana hace que los mejores planes previstos para la unión monetaria se vayan al garete. No hay que olvidar nunca por qué el canciller Helmut Schmidt inventó el mecanismo de tipo de cambio (el Sistema Monetario Europeo) a finales de los setenta. Quería tener bien cogidas por las riendas las divisas clave de Europa occidental para que protegieran al marco frente a la inundación de dólares. Calculaba que, si todas las divisas del SME subían al unísono, el marco -y las exportaciones alemanas- se ahorrarían lo más crudo de la apreciación.

Pero el sistema no funciona, como tan drásticamente ha quedado demostrado estos últimos días. Cada vez que, se abate un huracán, las cadenas se rompen, como sucedió en 1992 cuando el Reino Unido e Italia se salieron del SME. De hecho, ¿cómo pueden resistir esas cadenas si los Gobiernos siguen sus propias políticas monetaria y fiscal por razones electorales? Lo que hoy nos dicen los mercados, como ya nos dijeron en 1992, es que la unión monetaria -es decir, una moneda y una política fiscal únicas para todos y cada uno de los miembros de la Unión Europea- seguirá siendo una quimera mientras no haya una unión política.

Así pues, los británicos pueden animarse. El ecu no desplazará a la libra por algún tiempo. Y no presten oído a enclenques monetarios de la UE como Francia, que presiona fuertemente a favor de la UME. Escuchen, en cambio, a Hans. Tietmeyer, el jefe del Bundesbank, que sigue diciéndoles a los franceses que han puesto los caballos detrás del carro: la unión monetaria debe venir, lógicamente, después de la unión política; no puede crearla.

Además, Tietmeyer tampoco necesita la UME. Ya tiene una: el bloque del marco alemán, compuesto por los países del Benelux, Austria y Dinamarca. Al contrario que Francia, estos países no intentan acabar con la hegemonía monetaria alemana, sino que se limitan a hacer lo que hace Francfort.

Josef Joffe es redactor jefe del diario Sueddeutsche Zeitung.

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