Contrabando de cariño
700 peluches destinados a niños enfermos fueron retenidos en la aduana
Las tasas aduaneras pudieron más que la solidaridad. Setecientos osos de peluche procedentes de Estados Unidos para IU niños ingresados en tres hospitales de Madrid pasaron la noche del miércoles al jueves en los angares de Barajas. Faltaban las tasas. Los niños esperaron un día en vano a que los osos les llegaran. Y por fin los recibieron, aunque con un retraso considerable. Los chavales, lejos de enfadarse por la tremenda falta de puntualidad, los recibieron con los brazos abiertos.La cita era el pasado jueves: los peluches, recogidos entre familias de EE UU, vendrían a Madrid de la mano de la fundación norteamericana Bearing Gifts (Regalando Ositos). Lyn Kimmel, creadora del proyecto junto a su difunto marido, lleva 15 de sus más de 70 años de vida paseándose por los sanatorios infantiles del mundo entero. Sonriente y ataviada con un sombrero de flores, Kimmel confiesa que le mueve un único deseo: dulcificar la enfermedad de los más pequeños.
Pero la iniciativa tiene sus problemas funcionales. Y en el caso de España, los papeleos en el' aeropuerto enturbiaron el gesto. "Los osos no pasan y no pasan", dijeron los funcionarios de aduanas el jueves por la mañana a una despistada Lyn Kimmel. Había que pagar 70.000 pesetas de impuestos, porque los osos eran para venta, ¿no?, preguntaban en las oficinas de importación.
Unicef, que presta apoyo logístico a la fundación norteamericana en su visita a Madrid, rogó, explicó la misión humanitaria de los peluches.... pero la postura de los agentes no varió. Los osos pasaron la noche en un almacén, ya que Lyn Kimmel no llevaba ni una peseta encima.
"¡Qué disgusto!", comentaba una portavoz de Unicef. Ese día terminaron sin fiesta los niños y en el hospital del Niño Jesús los responsables se quedaron esperando: ya tenían programada la visita, aunque, por suerte, la mayoría de los niños no sabía con exactitud cuándo llegarían los muñecos.
Miss Kimmel, sin embargo soportaba los imprevistos con tranquilidad. Cosas peores le han pasado en sus viajes. "Cuando fui a Soweto [República Surafricana], los osos aparecieron en Londres", explica divertida.
Unicef, finalmente, arregló el entuerto. De sus fondos salieron las 70.000 pesetas exigidas por los funcionarios de aduanas. Una cantidad similar al importe que habrían costado regalos nuevos. Pero éstos carecerían del valor sentimental de los osos retenidos: Kimmel los había recolectado entre generosos niños estadounidenses. "Los peluches tienen virtudes terapéuticas", explica Kimmel; "con un osito cerca uno se siente cómodo, tranquilo". Los niños de un hospital no dan razones tan complejas. Ellos sólo sonríen con los osos, que hoy llegarán también a La Paz.
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