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El asesinato del ministro de Energía amenaza con transformar Burundi en una nueva Ruanda

Xavier Vidal-Folch

XAVIER VIDAL-FOLCH. ENVIADO ESPECIAL

Burundi amenaza con convertirse en una nueva Ruanda. El asesinato a balazos y en plena calle del ministro de Energía tensó ayer la crisis de esta pequeña república hasta límites insospechados. La comunidad diplomática y los Gobiernos vecinos temen que este nuevo asesinato suponga la espoleta de un estallido similar al que hace poco más de un año culminó en un genocidio, con más de un millón de muertos en la vecina Ruanda.

El Gobierno de Burundi contemplaba anoche "medidas de excepción". Entre ellas el estado de excepción o la dimisión en pleno del Ejecutivo.

Pasear por Bujumbura, la capital burundense, daba miedo anteayer. En cada esquina, una metralleta. En el mercado, este enviado especial presenció un altercado con un grupo de ciudadanos europeos. Ayer sería peor aún. El ministro de Energía y Minas burundés, Ernest Kabushemeye, fue asesinado en plena calle, por la mañana, por un desconcido que se dio a la fuga. Su muerte pone en extremas dificultades al frágil Gobierno de unidad nacional formado el 1 de marzo. Constituye la demostración de que el gabinete ha fracasado en su primer objetivo: garantizar la seguridad para luego lograr la reconciliación nacional.

Todos los diplomáticos ponen en duda el cumplimiento de este propósito, al constatar los rescoldos de violencia contenida -cada noche hay tiros y está implantado el toque de queda desde antes de la puesta del sol hasta el alba-. La crisis explotó con la matanza de octubre de 1993, en la que murieron 100.000 personas, tras el golpe de Estado en que fueron asesinados el presidente Melchor Ndadaye -de la mayoría hutu- y seis ministros.

Escalada de violencia

El nuevo asesinato supone que la escalada de violencia no se ciñe a la zona montañosa del norte y de las líneas fronterizas con1as repúblicas vecinas, Zaire y Ruanda. Se ha instalado en la propia capital, y ha abatido a un miembro del gabinete, justo un año después, casi día por día, en que el presidente de la República, Ciprien Ntaryamira falleciese, junto el de Ruanda, Juvenal Habyarimana, al ser alcanzado su avión al tomar tierra en Kigali por un misil. Fue este el hecho que desató la violencia racial en Ruanda, culminado en un auténtico genocidio de un millón de ciudadanos de la minoría tutsi, la aristocracia del país.

Kabushemeye pertenecía a al Reagrupamiento del Pueblo Burundés (RPB), uno de los partidos de la mayoría social hutu y también de la mayoría política presidencial.

"Nos proponemos crear las condiciones necesarias, de seguridad y políticas, para lograr la pacificación de la sociedad", había manifestado 24 horas antes el primer, ministro, Antonio Nduwayo, a un grupo de periodistas europeos, entre ellos EL PAÍS. La primera decisión del Gobierno aún no se ha llevado a cabo: salir a las calles y Ilegar hasta las más apartadas zonas rurales" predicando la posibilidad de entenderse sin necesidad de recurrir a las armas. Los 25 ministros del Gobierno -12 de los cuales pertenecen a la minoría tutsi, que controla la Administración y las fuerzas armadas- se habían comprometido en esta campaña.

"Pese a las buenas intenciones la situación es muy, muy, muy frágil", comentó la comisaria europea de Ayuda al Desarrollo, Ema Bonino, desplazada al país para negociar las modalidades de apoyo europeo. Bonino condicionó cualquier ayuda para la rehabilitación del país a que se garantice antes "una mínima seguridad, porque en situaciones de guerra las prioridades no son la formación". La comisaria exigió la presencia de observadores internacionales para garantizar el proceso de pacificación.

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