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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un cante

ROLDÁN APROVECHÓ la citación que le hizo el juez Garzón en relación con el secuestro de Segundo Marey para implicar a toda la plana mayor de Interior y de la lucha antiterrorista de los años 1983-93 en el cobro irregular de fondos reservados. Su testimonio es aún una mera denuncia que deberá ser investigada por el juez. Pero dado el lugar relevante que ocupó en el círculo de privilegiados que tuvieron acceso a los fondos reservados y su conocimiento de los mecanismos de reparto, lo que diga sobre el asunto tiene un interés evidente para la justicia. Y ello al margen de que haya elegido para contárselo al juez Garzón y no a las jueces competentes en la materia, la que instruye el caso Roldán o la que investiga genéricamente el uso irregular de los fondos reservados.Es imposible que la denuncia de Roldán -que este periódico publica hoy en detalle-, es decir, el cumplimiento de su amenaza de tirar de la manta, no $ea a la vez una autoinculpación. Señalar las responsabilidades ajenas no le exime de tener que dar cuenta de las propias. Como Sansón, Roldán parece haber optado por destruir el templo, pero, como el persona je bíblico, no podrá librarse de quedar sepultado bajo los escombros. Eso es lo que la ley dicta y no ' lo que aventuran, con frívola ignorancia, quienes atribuyen a la confesión de Roldán la contrapartida de una exoneración de los gravísimos cargos que se le imputan.

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La única posibilidad que la ley contempla de reducción de pena a cambio de revelaciones trascendentes se refiere a miembros de bandas terroristas o de narcotráfico. Sólo en sentido metafórico puede considerarse tal a quien está acusado de esquilmar al Estado mediante malversación de caudales públicos, cohecho, fraude fiscal, etcétera.

Si bastase denunciar a otros para librarse de las condenas se habría instalado el reino de la impunidad. Y ésta se ha acabado para Roldán. Decir otra cosa es engañar a la gente y contribuir al desconcierto y *a la ceremonia del disparate. Que es lo que parecen pretender también quienes insisten en la existencia de un pacto de silencio, con Roldán mientras comentan gozosos sus sensacionales revelaciones ante el juez.

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