El cachirulo patrulla el cielo bosnio
Las estadísticas empiezan a ser tenidas en cuenta y las hay para todos los gustos entre los diversos grupos que componen el destacamento ícaro, del Ejército del Aire, que participa en las misiones de la OTAN para hacer cumplir las resoluciones de la ONU que declaran "cerradas" determinadas áreas de los cielos en la antigua Yugoslavia: la Operación Deny Flight.
Son más de 1.500 horas de vuelo; más de 11.000 comidas a los hombres del despliegue español; más de 7.000 horas de trabajo administrativo, más de 1,6 millones de litros de combustible suministrados por los Hércules nodriza... Lo que permanece en el secreto son los proyectiles utilizados y otros datos de las misiones. Al fin y al cabo, son acciones de guerra.
El teniente coronel Nevado debió de sentir algo de rubor cuando hace unos días, en una de las charlas informativas matinales con el resto de los mandos multinacionales que controlan los cielos bosnios en Vicenza (norte de Italia), el teniente general Fornasiero le ordenó que se pusiera en pie. Las palabras no fueron de crítica, sino de felicitación por el trabajo que los pilotos españoles están haciendo, algo que resultaba, sin duda, agradable cuando está a punto de concluir el periodo de despliegue del primer grupo de F-18 que llegó desde Zaragoza en noviembre para integrarse en la primera misión internacional del Ejército del Aire en un conflicto armado.
Pero el "¡buen trabajo!" sonaba también por los cascos de los dos pilotos españoles que regresaban a, la base de Aviano (junto a los Alpes Dolomitas) en el último relevo del pasado domingo. Tras horas de búsqueda -el promedio de vuelo en cada misión es de cuatro horas y medía- habían conseguido localizar unos helicópteros que, amparados en la noche, volaban en la zona prohibida. El controlador desde el Awac estadounidense felicitaba en inglés a los tripulantes españoles.
Los nombres de los pilotos, al igual que sus caras, deben permanecer en secreto (normas OTAN), como la mayor parte de la información sobre sus misiones, en las que vuelan patrullando zonas concretas o en busca de objetivos determinados. Antes de despegar con todo el armamento a punto deben conocer perfectamente los denominados "protocolos" o forma de reaccionar ante un caso de enfrentamiento o de localización de un intruso.
En tomo a la veintena de pilotos de los F-18 se ha montado todo un mundo, un trozo de base trasplantado desde España. En realidad, la Escuadrilla de Apoyo al Despliegue Aéreo, también conocidos como "los conseguidores", lo que ha hecho por empeño del teniente coronel jefe, el oscense Jaime Lahoz, es colocar junto al despliegue norteamericano "un trocito de Aragón". Hasta el comedor se ha rebautizado con el nombre del pañuelo rejinegro que, como aragonés, Lahoz se trajo atado al cuello cuando comenzó la misión: el cachirulo. Son 220 personas, cada una con un papel polivalente, la mayor parte de ellas dedicadas al mantenimiento de los aviones. Un destacamento autosuficiente en el que no faltan médicos, el cura y hasta un relaciones públicas.
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