El impacto inflacionista de la devaluación, valorado en un punto, frenará la inversión y el consumo
La devaluación de la peseta tendrá efectos claramente negativos sobre la recuperación económica. El impacto principal se producirá a través de la inflación y de la subida de tipos de interés; pero se producirán además efectos secundarios por la incertidumbre que provoca la propia devaluación y las expectativas creadas en tomo a que el ajuste anunciado (el 7%) sea insuficiente y pueda proponerse en breve otro ajuste. Los efectos positivos que se atribuyen a las devaluaciones actuarán, en este caso, sobre áreas que ya estaban en clara reactivación, como la exportación y el turismo.
El primer efecto de la devaluación, obvio por otra parte, es el aumento de la inflación. El mecanismo es conocido. Los mercados, desde la mañana de ayer, entienden que la inflación española será superior a lo previsto por el Gobierno (3,5% de aumento en 1995) y apuestan por una subida de los tipos de interés [en principio] a largo plazo. Este tipo de profecías tienden a autocumplirse, fundamentadas además en la subida del tipo de intervención que ayer decidió el Banco de España.La mera expectativa de subida de tipos hace retraerse los proyectos de inversión y de consumo familiar. Es decir, actúa enfriando las expectativas de consumo e inversión. Precisamente la demanda de consumo era el componente económico que debía despegar en 1995 y 1996 para coronar con éxito la reactivación, será la principal afectada. Según las fuentes consultadas, la actitud de los inversores a partir de este momento será "más cauta", cuando se había detectado una recuperación del ánimo inversor en los primeros meses del año.
La argumentación de Economía es que una subida de tipos afectará poco a las empresas, porque ahora todavía están en fase de recuperación de la financiación interna y no están en disposición de recurrir a la financiación bancaria.
Subidas de tipos
Por el lado del consumo, las subidas de tipos, que se trasladarán con celeridad a los créditos hipotecarios y de gran consumo, frenarán las perspectivas de los consumidores a medio plazo en las decisiones de compra de cierta envergadura (automóviles, por ejemplo) que no son de decisión inmediata.
La devaluación, en sí misma, tiene que incorporar medidas de contracción de la demanda, porque, si no se aplicaran simultáneamente, los efectos beneficiosos de la reducción del tipo de cambio se perderían simplemente en una escalada de los precios. En el caso de la devaluación de ayer, sería correcto, según economistas independientes -y el propio Comité Monetario-, que fuera acompañada de una reducción del déficit público; preferiblemente a través de un recorte del gasto. La receta es muy conocida, pero seguramente no se aplicará; al menos en el ejercicio de 1995. El Banco de España actuó, pues, correctamente al decidir de forma inmediata una subida del tipo diario de intervención.
Los primeros cálculos suponen que la devaluación tendrá un impacto sobre el IPC de 1 punto durante un año. Pero su distribución no es homogénea. Los entendidos consideran que pasará un plazo mínimo de un mes mientras los importadores trasladan la inflación devaluatoria a los distribuidores y estos, a su vez, a los minoristas. Inflación y tipos de interés son, pues, las grandes amenazas para la recuperación de la economía.
Los efectos positivos de la devaluación se proyectan sobre aspectos cuya evolución ya era ascendente. Así, evidentemente, favorecerá las exportaciones (principalmente a la zona del marco) y el turismo y descenderán las importaciones. Se supone que una devaluación, por el hecho de atenuar las presiones sobre el tipo de cambio, aleja las tensiones de tipos de interés. Pero no está claro que esto sea algo más que una entelequia.
Como efecto, si no positivo, al menos neutral, cabe mencionar el mantenimiento del precio del crudo, por la debilidad del dólar frente al marco.
Vienen privatizaciones
Mucho más importante para la economía resultará al fin el impulso conferido por el Comité Monetario a las reformas económicas estructurales como método para reducir el déficit. Las recomendaciones del Comité han tenido la virtud de acelerar los programas de privatización de empresas públicas. En muy breve plazo se producirán anuncios de privatización de sociedades del Estado, además de las ya conocidas de Repsol y Argentaria, la primera de las cuales está en marcha.
Así, el programa de reformas estructurales, cuya aplicación se había detenido en los primeros meses del año 1995, volverá a aparecer en los discursos oficiales. La liberalización en sectores y colegios profesionales aparecerá de nuevo como una fórmula eficaz de reducir los precios por el lado de la oferta. Lo que no se hizo por convencimiento quizá deba hacerse por obligación.
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