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¿El final de la locura organizada?

La celebración en Copenhague de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Social constituye una nueva oportunidad internacional para reorientar la dinámica de creciente desigualdad entre los países del Norte y del Sur y empezar a poner fin a la peculiar configuración social de nuestro mundo, que lo convierte, según la acertada expresión de Willy Brandt, en una "locura organizada". En la actualidad, 60 países, con una población cercana a los 1.500 millones de personas, tienen una renta per cápita inferior a los 1.000 dólares, mientras que sólo 26 países, con una población de 810 millones de habitantes, tienen una renta per cápita superior a los 10.000 dólares. Todavía en nuestro mundo 1.000 millones de personas no tienen ningún tipo de servicio de salud y más de dos millones de niños mueren todos los años de enfermedades contagiosas que se podrían prevenir fácilmente. El África subsahariana entrará en el año 2000 con pérdidas anuales de 2.600 millones de dólares si no cambian las tendencias hoy dominantes.La cumbre de Copenhague ha sido convocada por la ONU como el intento de empezar a poner fin a esta realidad de las desigualdades internacionales y la pobreza extrema. Uno de sus organismos, el PNUD, ha ofrecido una propuesta de programa de acción para la cumbre sumamente interesante. Considero que es esta propuesta la que debe guiar nuestras expectativas sobre los debates y acuerdos a adoptar en la capital danesa. Para el PNUD, la lucha contra la pobreza mundial requiere un pacto mundial para el desarrollo humano y social. Este pacto mundial debe centrarse en conseguir siete objetivos muy concretos:

1. Escolarización primaria universal.

2. Reducción del analfabetismo de adultos en un 50%.

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3. Atención primaria de salud para todo el mundo.

4. Eliminación de la desnutrición grave y reducción de la desnutrición moderada en un 50%.

5. Servicios de planificación familiar para las parejas que lo deseen.

6. Agua apta para el consumo.

7. Créditos de bajo interés para empresas sociales.

La finalidad de este pacto es mostrar a la opinión pública internacional que se puede ganar la batalla contra las principales formas de pobreza, y además, en un tiempo relativamente reducido (1995-2000 y 2001-2005).

El coste anual de los programas necesarios para conseguir estos objetivos asciende, según este organismo de la ONU, a unos 40.000 millones de dólares anuales. La financiación de este pacto implica, en primer lugar, una reorientación de los presupuestos nacionales de los países del Sur y una nueva distribución de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) a acciones destinadas a conseguir los anteriores siete objetivos (Pacto 20:20). Además, el PNUD ha lanzado la propuesta del Dividendo de Paz, consistente en destinar todos los años el 3% de los gastos militares a programas sociales que impulsen el desarrollo humano y el desarme en el Sur. Sería también necesario que en un muy breve plazo la mayoría de los países ricos destinaran el 0,7% de, su producto interior bruto a Ayuda Oficial al Desarrollo y se comprometieran a renegociar la deuda externa de los países del Sur y condonar la de los países más pobres. Pienso, utilizando el lenguaje de Bloch, que estamos ante una "utopía concreta", con presupuesto y calendario de realización y evaluación.

El texto último que se va a discutir en la reunión de jefes de Estado -que ha sido pactado en enero en Nueva York entre representantes de Estados Unidos, la Unión Europea y el Grupo de los Siete- ha dejado fuera del posible acuerdo en la cumbre el tema del Dividendo de Paz. Esta decisión es muy lamentable, ya que hay que tener en cuenta que para el periodo 1995-2000 las proyecciones del gasto militar mundial alcanzan una cantidad superior a los cuatro billones de dólares, el Dividendo de Paz podría ser de 459.000 millones de dólares y el coste de los programas para

Conseguir los objetivos del Pacto Mundial de Desarrollo Humano y Social se cifra en unos 240.000 millones de dólares.

El proyecto de declaración y de programa de acción no incluye recursos financieros concretos ni un calendario para ejecutar los necesarios programas de desarrollo social, e incluso remite al año 2000 la fecha para llegar al 0,7% del PIB para Ayuda Oficial al Desarrollo (si así fuera, se cumpliría esta indicación de la ONU con ¡30 años de retraso!)

Sí se han incluido para la negociación en la recta final dos temas importantes: el Pacto 20:20 para reorientar presupuestos y AOD y la condonación de la deuda externa de los países más pobres, aunque sobre estas dos cuestiones el texto último presenta posibilidades de acuerdo muy diversas y hasta contradictorias. Considero que, dado que sí hay consenso sobre los objetivos a alcanzar para impulsar el desarrollo humano y social en el mundo, deberemos observar el transcurso de la cumbre desde esta óptica: ¿se logrará el Pacto 20:20%?, ¿se incrementarán los recursos financieros necesarios para los programas de desarrollo social?, ¿se renegociará la deuda externa de, los países del Sur y se condonará la de los más pobres? La cumbre de Copenhague puede ser el tímido pero decisivo paso adelante en un pacto intemacional de lucha contra la pobreza extrema o la confirmación de que el Norte está decidido a reforzar la locura organizada para la próxima década.

Rafael Díaz-Salazar es profesor de Sociología de la Universidad Complutense.

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