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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prioridades chinas

SON MUCHAS las incógnitas sobre el mundo en que vivirán las nuevas generaciones en el siglo XXI. Pero hay algo en lo que todos los analistas coinciden y que asumen ya como una certeza: China será una super potencia. La evolución en los últimos 15 años de este inmenso y superpoblado país ha sido uno de los fenómenos más espectaculares de este fin de siglo. Bajo el firme control del régimen comunista, y sin cuestionar su monopolio de poder político, las reformas económicas han abierto al mundo un mercado de 1.200 millones y creado unas industrias competitivas, con un ingente potencial y una economía con índices insólitos de crecimiento.Esta aventura de cambio sin precedentes se ha producido bajo la tutela de un hombre, Deng Xiaoping, cuya muerte física puede aún demorarse, pero cuyo fin como protagonista activo en la cúpula política china es ya un hecho. Y en un país gobernado por un régimen totalitario, acostumbrado al liderazgo de una persona con atributos imperiales antes y después de la revolución, sería ingenuo esperar una transición sin problemas. La estructura y el carácter del Estado chino hacen muy difícil para analistas extranjeros conocer e interpretar los acontecimientos que se producen en el hermético círculo del poder en Pekín.

Claro está que la dirección del Partido Comunista quiere impedir a toda costa que la noticia de la muerte de Deng desestabilice el país. Para impedir tensiones y posibles desafíos al poder del partido como el habido en 1989 en Pekín, centra sus preocupaciones en los desequilibrios sociales que la libertad de mercado ha provocado. Éstos son, ante todo, las graves diferencias entre los habitantes de las ciudades y el 80% de la población que aún vive en el campo, la consiguiente presión migratoria hacia bolsas fuertemente pobladas y el fenómeno de la corrupción que se ha extendido como una plaga por todo el país.

Ayer, el primer ministro Li Peng, denunció precisamente la corrupción como una amenaza para lo que llaman "la teoría del camarada Deng Xiaoping para la construcción del socialismo con peculiaridades chinas". Que pidiera mayor vigilancia y control de la gestión de funcionarios del partido y del Estado y moralización ciudadana concuerda con las informaciones sobre la creciente preocupación por la cada vez menor firmeza ideológica de los cuadros y el desinterés, cuando no abierto desprecio, de la población ha cia las consignas del régimen.

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Los éxitos de las reformas han traído consigo peligros. Así, un crecimiento anual sostenido superior a los 11 puntos ha producido un recalentamiento de la economía que disparó en su día la inflación. Los es fuerzos por controlarla no han cosechado los resultados apetecidos. Y la reforma del sector público está pendiente con la bomba de relojería de un exceso de plantilla de cerca de 100 millones de trabajadores.

China se halla ante el momento más delicado de sus reformas. Sus máximas prioridades son la defensa de la unidad territorial, el firme control político central, la economía abierta y el orden público. Entre ellas no están la pluralidad política ni los derechos del individuo y las minorías. Hay varias razones para ello. Una de las principales está en su miedo cerval a caer en un proceso de inestabilidad crónica similar al habido en Rusia. Pero está por ver que el camino emprendido por Pekín no acabe exigiendo también las libertades aún negadas.

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