¡Woody Lubitsch!
Desde que, hace tres años largos, su vida familiar se hundió dentro de un turbio, vertiginoso y áspero escándalo íntimo, que pareció. arrancarle de cuajo su máscara de iconoclasta de laboratorio -frío, culto, a veces un poco rebuscado y siempre dueño de un nido de paradojas cínicas con. deslumbrante poderío subversivo- y situarle en carne viva ante la amenaza de un linchamiento moral universal, Woody Allen se refugió en su oficio, huyó de puntillas a su trabajo y creció en él con tanta libertad y energía que en tan corto tiempo ha convertido en gigantesca su pequeña sombra de eterno amateur, convirtiéndose en un, acabado y refinadísimo profesional del arte de componer películas.Le han bastado a Allen, para dar este enorme salto y alcanzar tan prodigioso estiramiento de su talla artística, tres películas: Maridos y mujeres, en la que representó con violentísima sinceridad, ya sumergido hasta el cuello en ella, su desazonadora tragedia íntima; Misterioso asesinato en Manhattan, en la que, ya reventada la pústula, convocó a unos amigos y casi improvisó con su obra más distendida, ágil y alegre, su más liberador ejercicio de libertad; y finalmente Balas sobre Broadway, en la que, ya calmado el rescoldo de su infierno casero, añade a la grave hondura de la primera y a la arrolladora desenvoltura de la segunda una pasión por el acabamiento y una aspiración a la perfección que hasta ahora era ajena a su cine, siempre inteligente, siempre gracioso, siempre penetrante, pero también siempre desaliñado y despreocupado por la matemática de la composición y la armazón formal.
Balas sobre Broadway
Dirección: Woody Allen. Guión: W. Allen y Douglas McGrath. Fotografía: Carlo di PaIma. EE UU, 1994. Intérpretes: John Cusack, Chazz Palmintieri, Jim Broadbent, Diane Wiest, Harvey Fierstein, Rob Reiner, Jennifer Tilly, Mary-Louise Parker, Tracey Ullman, Joe Vitterelli, Jack Warden. Estreno en Madrid: Minicines, Cid Campeador, Juan de Austria, Aluche, Gran Vía e Ideal (en V. O.).
Cuando rebobinamos la historia del cine rastreando -con cautelas, pues es un concepto muy resbaladizo- la idea de perfección, no como aspiración o búsqueda, sino como consumación y encuentro, la memoria convoca un ramillete de nombres de urdidores y creadores de comedias, probablemente porque es este género de filmes el que más resistencia ofrece al acabamiento, a la imagen de un círculo cerrado sobre sí mismo. Son los nombres, siempre encabezados por el de Ernst Lubitsch, de Preston Sturges, Billy Wilder, Howard Hawks, Mitchel Leisen y pocos más. Inalcanzables hasta ahora, pues tras Balas sobre Broadway hay que añadir al ramillete el de Woody Allen, que aquí olvida sus brillantes chistes intelectuales, abandona sus torrenciales ocurrencias y entra con sigilo, casi a escondidas, en el templo de los geómetras del humor. Sólo el tiempo dirá si el aroma de perfección que brota de esta obra se atenúa, desvanece o perdura. Pero mientras tanto está ahí, huele a ella.
'Thriller' en clave cómica
Un síntoma es que, siendo Allen el hombre más odiado de todos los pobladores del planeta por los académicos de Hollywood, que no olvidan su sangriento desprecio hacia ellos en Annie Hall, éstos no han tenido esta vez más remedio -a causa del desierto de cine que 1994 ha dado a la cosecha de las majors californianas- que elegir -a Balas sobre Broadway para optar a varios oscars, aunque parece broma de patanes que su seda no haya sido seleccionada para aspirar al correspondiente a la mejor película del año, si se tiene en cuenta que en esta -ya inevitablemente amañada- competición está en línea de salida el esparto de la tosca, habilidosa y ultraconservadora Forrest Gump.
Balas sobre Broadway no es, pese a su aparente sencillez de transcurso, fácil de describir. En realidad es un modelo genérico, un thriller en clave de comedia, pero extremadamente sutil y complejo.' Su precisión hace transparentes las cargas de profundidad que lleva dentro, entre, ellas el fascinante personaje de gánster esteta que encarna un inefable personaje de la bohemia artística de Manhattan llamado Chazz Palmintieri, al que los españoles desconocemos, ya que inexplicablemente se nos ha escamoteado su bautismo cinematográfico en otro bautismo cinematográfico: el de Robert de Niro como director en la, todavía balbuciente, pero inteligente y tiema, Una historia del Bronx.
Balas sobre Broadway es un filme dibujado con tiralíneas, indispensable para quienes busquen grano en el pesebre de las carteleras de ahora, y obra cumbre -a este paso habrá que añadir: hasta que termine la próxima del Woody Allen puro cineasta, esta vez olvidado de meter, además de sus chistes el garabato de su rostro en la pantalla; y concentrado en manejar con dedos de maestro -al alimón con McGrath- los hilos de la escritura y -él sólo- el primoroso juego de dirección de actores y la puesta en escena, que le sitúan en la cúpula, siempre iluminada por el gran Lubitsch, del oficio, el más difícil de dominar en este territorio de la imaginación, de urdir y crear comedias.
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