Esclavas sexuales durante la guerra reclaman a Japón que pida disculpas
Cada mes, docenas de mujeres, ya de avanzada edad, se reúnen frente a la Embajada de Japón en La Haya. En silencio despliegan las pancartas con sus agravios y aseguran que no abandonarán la protesta hasta que sus demandas sean admitidas. Son ex prisioneras que afirman haber sido sometidas a violaciones, hambre, y malos tratos por tropas japonesas, convertidas en esclavas sexuales, durante la II Guerra Mundial. Ayer, en Seúl, se clausuró el foro de solidaridad femenina en el que, con presencia de algunas víctimas, se analizaron las violaciones efectuadas por tropas japonesas.
Sus manifestaciones apoyan la exigencia de que Japón reconozca el honor que debe a miles de ex prisioneras que sufrieron atrocidades en campos de concentración en Indonesia.Centenares de mujeres fueron obligadas a convertirse en esclavas sexuales en burdeles para los oficiales japoneses. Algunas de ellas sólo ahora, 50 años después de la guerra, han superado la vergüenza y el miedo a narrar su historia. Jeanne Ruff-O'Herne fue violada cuando tenía 21 años. Fue forzada repetidamente por oficiales japoneses cada noche durante tres meses. La narración de O'Herne fue emitida en un documental televisivo titulado 50 años de silencio, a principios de este mes, en Holanda.
O'Herne tiene hoy 70 años. Cuando los japoneses invadieron Indonesia, en 1942, ella, su madre y dos hermanas fueron enviadas a un campo de concentración en Abarawa. "Cada día moría gente allí". Tras dos años en condiciones terribles, O'Herne fue seleccionada como una de las 10 vírgenes obligadas a convertirse en esclavas sexuales en un burdel para los oficiales japoneses.
"Ordenaron a todas las muchachas, a todas las solteras, de 17 años para arriba, que se alinearan", dijo O'Herne. "Un número de oficiales japoneses de alta graduciación se paseó arriba y abajo de la fila, cogiéndonos de vez en cuando por la barbilla y mirando nuestras piernas, nuestras figura".
Fueron recluidas en un caserón en Sembawang, con sus fotografías prendidas en un tablón de anuncios en el vestíbulo para que las tropas japoneses pudieran elegir. "Fui arrastrada a una cama. Me sentía como un animal cazado" dijo O'Herne al describir la primera vez que fue violada. El oficial la amenazó con matarla. Desenvainó su espada y ella le imploró que la dejara rezar. Cuando se arrodilló, él la cogió, la echó sobre la cama y le arrancó la ropa.
"Las lágrimas corrían por mi rostro mientras me violaba. No encuentro palabras para describir una violación tan brutal e inhumana... y esa fue sólo el primer día de todos los que me pasé". explicó.
O'Herne es sólo una de las 200.000 mujeres, en su mayoría coreanas, pero también filipinas, indonesias, chinas y holandesas, que fueron secuestradas o engañadas y recluidas en burdeles.
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