Un Peter Schneider ligero de tiempos

Le debe resultar difícil a Ibermúsica -léase Alfonso Aijón- dar con una orquesta de categoría que todavía no haya pasado por su ciclo, pero esta semana hemos tenido por vez primera a la Orquesta de Baviera, una de las viejas formaciones alemanas, de la que es principal invitado, desde 1993, Peter Schneider. En el programa, dos únicos autores: Beethoven, con el tercer concierto a cargo de la pianista Lilya Zilberstein, y Schubert, con la maravillosa Sinfonía en do, la grande o de las "divinas longitudes", que decía Schumann y repetimos, todos.Es imposible no escribir bien sobre la pianista Lilya Zilberstein (Moscú, 1965), premio Busoni de Bolzano 1987. Su juego es claro, nítido, de un virtuosismo sin vanidad; su sonido, bello, y su criterio, riguroso, pero su poder de comunicatividad no alcanza la potencia impactante dé los grandes.

Pudimos constatarlo en su recital de Liszt y Scriabin para el último Festival Internacional de Música de Canarias, y ante Beethoven y su Concierto en do menor se ha repetido la impresión. Escuchamos con placer a la Zilberstein, admiramos su refinada sensibilidad, mas esa convulsión sustancial con el arte trascendente no pasa de iniciar su curva. Bien asistida por orquesta y maestro, recibió muchos aplausos. Peter Schneider (Viena, 1939), un director de excelente carrera que, como tantos otros, parece temer el cansan cio de la audiencia ante las longitudes, por muy divinas que sean, y pretende salvarlo, aligerando los tiempos, huyendo de las dinámicas extremas y haciendo relativo caso de esa simplicidad entre ingenua y mística que prepara el terreno para el sinfonismo bruckneriano.

La orquesta bávara responde con brillantez, sonido denso, rico en frecuencias graves según el estilo germano, y pulcritud de ejecución.