Caos
Según una tesis clásica del materialismo histórico, el pensamiento de cada época sería la consecuencia de la estructura económica y. social que se da en aquel momento. Siguiendo esta misma línea de razonamiento, algunos historiadores se han aplicado en demostrar que las propias ideas científicas serían el reflejo del momento histórico en que se producen. Visto que la ortodoxia marxista está de baja, podríamos utilizar un lenguaje posmoderno y decir que cada época tiene las ideas, científicas, estéticas o éticas, que se merece. A nadie que en este fin del siglo XX viva en el Sur de Europa, especialmente en Italia o España, le extrañará que en este momento irrumpa en la ciencia actual la idea de caos..De forma paulatina pero certera, las formulaciones de la teoría del caos entran en la ciencia actual. Esto es especialmente notable cuando se trata de analizar fenómenos en los que intervienen una gran cantidad de factores, como son los atmosféricos; pero también en otros campos de la física y la biología. Por ejemplo, para explicar la misma evolución de nuestro planeta, la intervención de catástrofes sucesivas aparece como un nuevo elemento aleatorio que habría tenido efectos decisivos sobre grandes conjuntos de especies biológicas. En el caso de las ciencias de la vida, en campos muy diversos que van desde la estructura del cerebro a la evolución de las especies, los sistemas nos aparecen de tal forma que su complejidad y su devenir parecen necesitar de la aplicación de teorías que describan el caos.
Estas formulaciones producen un contraste singular con la solidez de la biología moderna, que está consiguiendo interpretar en términos moleculares los procesos más complejos de la célula. Pero incluso en la genética molecular, que es quizá la más reduccionista de las ciencias, van apareciendo de forma continua resultados que nos apartan de un mecanismo elemental. Cuando un investigador lee una secuencia de ADN e intenta interpretarla en términos funcionales o evolutivos, se ve confrontado con la presencia de los efectos aleatorios de la historia en las mismas secuencias. Los genes, y por tanto los organismos, no aparecen como producto de una optimización absoluta, sino hitos ocasionales de un camino que, como los senderos vistos desde el aire, tiene una apariencia caprichosa.
Sin embargo, la misma noción de ciencia parece obligar a rebelarse contra este capricho. En ningún campo científico puede renunciarse a la posibilidad de comprender, incluso en términos mecánicos si es posible, los fenómenos que se observan. Una de las grandes conquistas de la ciencia de nuestro siglo ha sido la posibilidad de interpretar cualquier fenómeno, desde el más ínfimo a nivel de partículas elementales hasta el universo en su conjunto, en términos de una misma teoría física. Hay que reconocer, sin embargo, que contemporáneamente, desde la misma fisica o al investigar las bases de las matemáticas, nos iban llegando advertencias acerca de la imposibilidad de llegar a teorías de un determinismo simplemente mecanicista.
En la teoría de nuestras ciencias debemos ir incorporando nuevas nociones derivadas de las ideas de caos y complejidad y hacerlas compatibles con la práctica diaria de la investigación científica. Quizá la solución sea la que han apuntado algunos autores. Nos encontramos sobre islas de orden e inteligibilidad que forman un archipiélago situado en un mar de caos y en las que son válidas las nociones que nos permiten vivir confiando en el determinismo de las leyes físicas y en un orden natural. Nada más apropiado' para nuestras sociedades opulentas a las que el fin de la historia como la habíamos vivido durante tantos años parece haber dejado sin objetivos y se encuentran de repente rodeadas de un mundo de apariencia caótica.
pertenece al departamento de Genética Molecular. CID-CSIC. Barcelona.
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