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Broncas familiares entre los buscadores de fósiles

Raro sería que A. ramidus, la nueva y más antigua especie de homínidos, hallada por Tim White en Etiopía, no desatara una animada polémica entre los paleontólogos, como siempre sucede con un fósil-trofeo importante. Y no se descarta que participen en ella los dos primeros espadas que han capitaneado las broncas científico-personales más sonadas en las últimas décadas: Richard Leakey y Donald Johanson, con los que White ha colaborado en el pasado. Hasta que las consideraciones científicas queden establecidas en torno a A . ramidus proliferarán puntos de vista encontrados.En esta ciencia, como en cualquier otra, hay que demostrar los descubrimientos para -que realmente lo sean. Lo que pasa es que los paleoantropólogos de campo, mitad eruditos y mitad atrevidos exploradores, suelen ser intensos y ruidosos en sus debates. Así que los aficionados deben saber dos cosas para orientarse en ellos: primero, que los especialistas están de acuerdo en lo básico sobre la evolución del hombre; segundo, que detrás de detalles de unos huesos se pueden esconder cosas tan humanas como la vanidad y la pasión por el propio trabajo y lo que se defiende a veces es mi fósil.

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Tim White
Louis y Mary Leakey
Richard Leakey
Donald Johanson

La familia Leakey, llamada The Firm por muchos, son estrellas incuestionadas de la paleontología y la arqueología prehistórica africana desde hace más de medio siglo, desde que Louis Leakey emprendió allí, con su segunda esposa, Mary, la exploración intensa y la investigación de los rastros del hombre. En los años sesenta, aún en pleno reinado de Louis y Mary, saltó a escena su hijo Richard. No cursó estudios universitarios, pero entró de lleno en la profesión familiar cuando decidió buscar fósiles en Koobi Fora (Kenia), que resultó ser uno de los yacimientos más fértiles e interesantes.

También se estableció por su cuenta, poco después, Don Johanson, coetáneo de Richard, que se había estrenado en la paleontología de campo africana con los Leakey. Se independizó y buscó -y encontró- su propia gloria desplazándose a Etiopía, al yacimiento de Afar, donde apostó por un sitio nuevo y desenterró a Luey en 1974.

Descubrimientos descollantes lanzaron a la fama al hijo de los Leakey, capaz organizador e impulsor infatigable de la búsqueda de fósiles. En 1972, su grupo encontró en Koobi Fora un cráneo sensacional, el 1.470, de Homo habilis; dijo que tenía 3,4 millones de años y voló a Nairobi para enseñárselo a su padre, eterno defensor de la antigüedad del linaje Homo frente a 'quienes alargan la presencia de los homínidos hasta hace unos dos millones de años.

Una semana después, Louis muere en Londres, reconciliado con el hijo con el que nunca se llevó muy bien y saboreando su victoria científica.

Un cráneo con cerdos

Pero 1.470 desencadenaría una de las broncas más intensas, porque los 3,4 millones de años no convencieron a muchos. Garniss Curtis, especialista en datación por métodos químico-flisicos, los redujo a 1,8. También para el biocronólogo Basil Cooke era insostenible la edad de 3,4 millones de años, a la vista de los fósiles de cerdos asociados a 1.470. Entonces, Richard encargó a White, que trabajaba con Mary en el yacimiento de Laetoli, que estudiase el asunto de los cerdos. White llegó a la misma conclusión que Cooke. The Firm fue implacable con la traición, y Mary no cuenta con él al año siguiente en Laetoli.

Al final, la frialdad de la ciencia se impuso sobre las pasiones, porque, además, la paleoantropología no la hacen sólo los más famosos, sino también cientos de investigadores en laboratorios, en bibliotecas o en el campo.

Mientras tanto, Johanson había encontrado a Lucy pocos días después de una cordial visita de Mary, Richard y su esposa, Maeve, al campamento de Afar. Pero estos homínidos desencadenan otra buena discusión, cuando White los estudió y convenció a Johanson de que lo que tiene entre manos es una nueva especie. Una mera clasificación científica, pero con una carga de profundidad para The Firm, porque proponían un nuevo esquema de la evolución humana en la que A. afarensis es ancestro de los demás australopitecos y de Homo habilis, que resulta mucho más joven de lo que los Leakey siempre han defendido. La polémica se hizo muy agria, con Richard y Don enfrentados.

Un año después de que Mary se retirase de Olduvai, en 1986, Johanson, que había tenido problemas para continuar su trabajo en Etiopía, pidió permiso a Tanzania y se plantó con White en la excavación que había sido la casa de Mary durante muchos años. Ella no recibió precisamente bien la iniciativa de Don.

En los últimos tiempos, White, discreto, se ha ido distancian-, do de Don, y cada uno excava por su cuenta en Etiopía. En cuanto a White y los Leakey, la frialdad en las relaciones no ha impedido que queden para ver los fragmentos etíopes de A. ramidus y los que ha encontrado Maeve Leakey en Kenia.

Uno de los más recientes enfrentamientos saltó el año pasado, cuando algunos miembros del Instituto de Orígenes Humanos (IOH) acusaron a Johanson, su fundador y director, de afán de protagonismo y de dedicar más tiempo a salir en la televisión que a investigar. Curtiss y los especialistas en dataciones se han separado del IOH.

Pero esta tradición de controversias viene de lejos. Eugene Dubois encontró el célebre hombre de Java en 1891 y, ante la negativa de sus contemporáneos a reconocerlo, lo escondió, al parecer bajo el suelo de su casa, para no mostrárselo a nadie. Raymond Dart descubrió el primer australopiteco, en 1924, en África del Sur, y fue recibido con total indiferencia por parte del establishment científico británico. Cincuenta y dos años antes, Charles Darwin había lanzado la osada hipótesis de que el hombre había evolucionado en África. Dice la leyenda que la esposa del obispo de Worchester, cuando oyó hablar de la relación del hombre y el mono, dijo: "Dios quiera que no sea verdad, y si lo es, recemos para que no se entere la gente".

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