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El baile de las debutantes

36 jóvenes de buena familia se presentan en sociedad en una gala a beneficio de los marginados

La alta sociedad, entre la primera comunión y la boda, disfruta de una ceremonia adicional: el baile de debutantes, en el que los jóvenes vástagos de buena familia se dan a conocer y dejan sentado que ya son adultos. Uno de estos bailes, con fines benéficos, se celebró el pasado sábado en el hotel Palace, adonde se acercaron, a 18.000 pesetas el cubierto, unas 300 personas. Todo comenzó a medianoche, después de la cena: la orquesta atacó una marcha del tipo ta-chun, ta-chun, y entonces, en el vestíbulo, cada señorita debutante, posó con delicadeza su mano en la de su caballero acompañante. Ceremoniosamente, salieron todos al salón al mismo ritmo, el pie derecho con el ta, el pie izquierdo con el chun.

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Lo de presentarse no es un eufemismo: el maestro de ceremonias, el señor Lampka, se encargó de leer la lista de los nombres y apellidos -la mayoría interminables- de los 36 jóvenes, de 17 a 22 años, entre los que se encontraban una baronesa y un conde, que en la madrugada del sábado debutaron. Las chicas lucían un vestido inmaculadamente blanco,. y, dado el carácter de la ceremonia, a medio camino entre el traje de comunión y el de novia.

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Tiesos colmo sables

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Algunas de las señoras presentes, con auténtica mala leche, comen taban sobre eI excesivo estilo pastelero de los que se inclinaban por la versión comunión: "Tanto rosita y tanto lacito..., por favor". Los chicos, como la mayoría de los varones presentes, acudieron embutidos en un frac o un esmoquin (dato: en las tiendas"de alquileres de este tipo de prendas, el viernes no quedaban casi existencias).

Por este baile, que organiza la asociación benéfica Vía María desde hace 10 años, han pasado, entre otros, los dos hermanos del futuro marido de la infanta Elena, Jaime de Marichalar, y las hijas de Enrique Loewe.

En esta ocasión, el baile de las debutantes (en rigor, las que debutan son ellas; ellos son meros acompañantes) estuvo presidido por la archiduquesa Constanza de Habsburgo, en cuya mesa se colocó un vistoso candelabro de seis brazos. Entre los asistentes se comentaba que la archiduquesa fue la antigua novia del difunto duque de Cádiz.

El momento culminante de la noche -y de los cinco meses empleados por los debutantes en ensayar- llega cuando el director de la orquesta levanta la batuta, reclama silencio e inicia el vals. El público, la mayoría familiares o amigos de las debutantes, murmuró con inconfundible admiración.

El primer acorde del vals suena. Tiesos como sables, los chicos se esfuerzan, con los dientes apretados y los ojos perdidos en algún punto determinado de la sala, en no perder el equilibrio entre tanta vuelta. Como son ellos los que llevan el compás -un, dos, tres y vuelta- y, además, sujetan a la chica, hay que tener cuidado en que la propia inercia del baile no les saque de la pista.

Ellas sujetan con gracia un ramo de flores. Los ojos clavados en el público. No hubo errores. Ni siquiera un leve tropezón. Las parejas no tienen por qué ser forzosamente novios. "Ya veremos luego", comentaba uno de los chicos.

Es cierto: mucha gente veterana en este tipo de ceremonias comentaba que, precisamente, de estos bailes surgen matrimonios. Los padres, abuelos, tíos y primos completaban la coreografía con los marabús (adorno de plumas que se coloca alrededor del cuello), las pecheras, las pajaritas y las blusas brillantes usadas decenas de veces en las escasas ocasiones que depara la vida de sociedad en estos días. "Cada, vez se celebran menos fiestas de éstas", se quejaba una señora, que añadió: "Esto va parejo a la crisis económica, y cuando no hay dinero, pues no hay", añadió.

Carmen Grandall, presidenta de Vía María, aprovechó los postres para recordar el carácter benéfico de la noche: "Los proyectos que estamos realizando los tienen en el folleto de la mesa". Allí se podía leer, entre otras cosas, que Vía María está equipando un centro de "preparación para madres solteras y marginadas".

Al lado del folleto explicativo colocaron el menú de lía cena: Ensalada tropical de langosta en rodajas; vol au vent suprema con champinones; escalopines de ternera a la naranja y estragón; tarta del chef y frutas con chocolate.

Tras el primer vals, la regla no escrita es que los chicos saquen a bailar a su madre. Por su parte, las chicas pretenden a los padres de su pareja. Todo el mundo acepta.

A la ceremonia acudieron, además, los debutantes del año pasado, que, ya veteranos, dieron una lección de vals. Es otra de las costumbres de este día de costumbres.

Cuando todo ha terminado y la gente anda más tranquila, las debutantes se muestran felices: "Merece la pena; hay que recomendarlo a todo el mundo: haces amigos, bailas y pasas un. día estupendo", comentaban. Hay quien incluso ha debutado dos veces.

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