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Reaparece el 'vanguardismo' arqueológco de Robbe-Grillet

El escritor francés vuelve a la dirección después de 13 años

ENVIADO ESPECIAL Ayer el túnel del tiempo trajo de Francia dos piezas del museo de la paleontología del cine: la (es un decir) vanguardia arqueológica de Alain. Robbe-Grillet, que después de 13 años de silencio sigue haciendo exactamente la misma película, y el rancio estrellato de Alain Delon. Una aceptable película china titulada Rojo salvó el honor de este nuevo y enésimo naufragio cotidiano de la Berlinale.

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El nuevo experimento de laboratorio lingüístico audiovisual del escritor, patéticamente empeñado en desdoblarse también en cineasta, Alain Robbe-Gríllet, se titula Un ruido enloquecedor, lo que hubiera sido totalmente premonitorio si hubiera, en vez de al ruido, aludido al silencio, palabra mucho más ajustada a la oquedad que llena la cosa. Los muy estudiados estruendillos que jalonan su banda sonora no alcanzan nunca la condición de ruidos, es decir : de siglos, y quedan absorbidos por la opacidad del escritorio privado donde la película fue elaborada, reclamando a gritos la insignificancia a que fatalmente conducen,Robbe-Grillet tuvo en 1961 y 1967 la fortuna de escribir dos películas en su tiempo célebres: El año pasado en Mariembad y Te amo, te amo, ambas dirigidas por Alain Resnais. Pero convirtió su suerte en desgracia para el cine cuando, alentado por el renombre que le proporcionaron estos dos guiones, decidió filmar por sí mismo sus ocurrencias literarias, que le situaron en las primeras filas del movimiento francés del nouveau roman y que algunos rebautizaron novela de nunca. Así surgieron en 1970, L'Eden et aprés; en 1974, Deslizamientos progresivos del placer, y, en 1982, La bella cautiva, tres calamidades disfrazadas de vanguardia cartesiana.

Han pasado 13 años y Robbe Grillet parecía por fin haberse replegado a los dominios de la cordura y renunciado a gastar millonadas ajenas, en hacer películas, tarea cuyas curvas y tripas desconoce por completo. Pero las grietas burocráticas del sistema de financiación de filmes, conocido como europuding, en el que productores e instituciones comunitarias aúnan sus créditos e influencias para hacer posible el rodaje de guiones a veces imposibles, ha permitido que el novelista francés se cuele por cuarta vez en el territorio de los directores. Y el penoso resultado está ahí: la misma nada de siempre, encubierta por la falsaria Jugarreta de una apariencia de desintegración del lenguaje cinematográfico, argucia formalista ya sobada hasta la náusea.

Nada que ver con este tipo de prepotentes impotencias tiene la película china Rojo, dirigida por Li Shaohong, Está lejos de alcanzar la talla de las que en los últimos años han proporcionado audiencia mundial a esta1asta hace poca ignorada cinematografía: las de Chen Kaige, Zhan Yimou y Hau Hsiao Hsien, pero hay detrás de ella la huella y el aval de un estilo. Es la enésima película china que concurre en este festival y la primera bien concebida como totalidad: un melodrama de corte convencional, pero compuesto con pulso firme y admirablemente interpretado.

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