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Sobre la idea de información

Sea un suceso y un observador. La ocurrencia de un suceso divide la historia del universo en dos partes, la del antes y la del después. Para el observador curioso, ambas etapas son de un interés bien diferente.Lo más característico del antes es que el suceso aún no ha ocurrido, por lo que el observador sólo puede jugar a imaginar y a calcular expectativas. Durante el antes, el suceso sólo puede ser verosímil, pero nunca más verosímil que lo cierto ni menos verosímil que lo imposible. He aquí los límites de la verosimilitud: la ocurrencia de un suceso es muy verosímil si se acerca a la certeza (mañana será otro día) y lo será muy poco si se acerca a la imposibilidad (la gata parirá una gaviota).

La verosimilitud tiene grados, es una magnitud medible y merece por ello rango científico. Se llama probabilidad de un suceso a la medida (o al grado) de su verosimilitud. Cualquier suceso real tiene asignado ¡por el simple detalle de no haber ocurrido todavía! un número llamado probabilidad, un número, entre el cero y el uno, que mide su distancia a la certeza (valor uno) o a la imposibilidad (valor cero).

Lo más característico del después es que el suceso ya ha ocurrido. El concepto expectativa se evapora y al observador, testigo del acontecimiento, sólo le queda una cosa por hacer: sorprenderse. Sorprenderse mucho (después) si el suceso era (antes) poco probable y poco si lo era mucho. He aquí los límites de la sorpresa. En el límite inferior: ¿quién puede simular emoción alguna después de constatar el suceso de que cuando termina. un día resulta que empieza otro? (sorpresa casi cero). Y en el límite superior: ¿quién puede disimular su emoción después de asistir a una gata que ha parido una gaviota? (sorpresa casi infinita).

En realidad, llamamos sorpresa a un cambio del estado de ánimo provocado por una ganancia de información. ¡Información!, una magnitud cuya medida, después de la ocurrencia de un suceso, depende de la probabilidad que tal suceso tenía antes de ocurrir, una medida que varía entre el cero (la suministrada por la ocurrencia de un. suceso cierto) y el infinito (suceso imposible).

En otras palabras, cualquier suceso tiene asignado ¡por el simple detalle de haber ocurrido ya! un número que mide la información en bits con el mismo desparpajo con el que el peso se mide en kilogramos o la potencia en watts. Verosimilitud y probabilidad antes, sorpresa e información después. A partir de Andrey Kolmogorov se ha construido (1929) toda una Teoría matemática de la probabilidad, y sobre ella, y a partir de Claude Shannon (1948), toda una Teoría matemática de la información.

Ahora bien, resulta que cualquier ser vivo es, ante todo, un sistema que intercambia con su entorno tres cosas fundamentales: materia, energía e información. Las tres tienen rango científico, pero sólo las dos primeras gozan de solera científica, es decir, sólo la materia y la energía aparecen (1994) en la formulación de las leyes de las ciencias duras, como la física o la química. La tercera, la información, no ha salido aún de los tratados de matemáticas. Cuando eso ocurra, ciencias más blandas, como la biología, la psicología, la economía o... la política, acaso den un gran salto. Y es que la naturaleza tiene poca culpa de los planes de estudios que se siguen en las escuelas y universidades.

es físico y director del Museo de la Ciencia de Barcelona (Fundación La Caixa).

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