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El último desafío de Walésa

El afán de poder del jefe del Estado está en el origen del actual desasosiego político que vive Polonia

Ni siquiera existe, pero nadie da un duro por el Gobierno que esta semana formará en Polonia el ex comunista Jozef Oleksy, si es que finalmente decide aceptar el cargo. Los malos augurios preceden al Gabinete que viene. El primer ministro designado ha dicho tras su primera y gélida entrevista con Lech Walesa, después de que éste aceptará lacónicamente su candidatura, que había notado "una cierta reticencia por parte del presidente". Walesa, el hombre que hace y deshace en Polonia, gobierne quien gobierne, ha sido más explícito:- "No puedo decir que esté satisfecho de la candidatura del señor Oleksy". Ninguno de los dos oculta su antipatía El presidente por el otro. Al igual que ha se ha rodado la cabeza de Waldemar Pawlak, convertido el primer ministro saliente, tras la guerra de nervios entre Walesa y el Parlamento, que culminó con la amenaza presidencial de disolución, otras lo harán antes de las elecciones presidenciales de noviembre en la democracia Polonia. La carrera a la jefatura del Estado es el motor último del desasosiego político del país y del crudo protagonismo de su presidente, un hombre al que se reconoce una especial astucia para provocar marejadas y la maestría para salir de ellas, mientras los demás se ahogan.Cuando fue elegido presidente hace cinco años, el antiguo electricista de Gdarisk y premio Nobel de la Paz tenía el 60% del apoyo popular y el respeto de sus conciudadanos. Hoy su popularidad está en el 20% y, suprema ironía, para muchos polacos, quien fue la personificación de la democracia, el hombre al que se debe la derrota del comunismo en Polonia, se ha convertido en la mayor amenaza para el sistema democrático.El tiempo transcurrido ha confirmado a Walesa como un maestro en el arte de la destrucción: "Su problema es su incapacidad para construir", como escribe su antiguo consejero en Solidaridad Adam Michnik, director ahora de Gazeta Wyborcza, el más influyente periódico polaco. La impopularidad actual de Walesa deriva en buena parte de que una crisis ha sucedido a otra durante su presidencia. Desde .1990, Polonia ha sido dirigida por una serie de Gobiernos de vida corta, desde diferentes versiones de la derecha hasta la actual coalición de izquierda, cuya característica común es haber sido dinamitados por Walesa.La semana pasada movió finalmente el asientoWaldemar Pawlak, el joven primer ministro representante del Partido Campesino en la coalición gobernante, sólo para obtener a cambici la propuesta como nuevo jefe de Gobierno del presidente de la Cámara baja del Parlamento, Jozef Oleksy, un ex comunista reformista y jovial de 48 anos, con fama de cíñico, que llama a Walesa "nuestro proletario presidente". Walesa no ha conseguido, como pretendía, llevar al frente del Ejecutivo, puesto abrasador por excelencia, a Alexandr Kwasniewski, jefe de la Unión de Izquierda Democrática (SLD, el partido ex comunista mayoritario en la alianza gobernante) y presumiblemente su más peligroso rival en la carrera a la jefatura del Estado.Pawlak, en el poder desde octubre de 1993 a petición de Walesa y acusado ahora por éste de paralizar la reforma, económica, permitir la corrupción y no cubrir a satisfacción presidencial las carteras vacantes en el Gobierno de Asuntos Exteriores y Defensa (sobre las que el jefe del Estado, junto con Interior, tiene una especie de "tutela constitucional" que le permite designar a sus titulares), ha sido su última víctima.

La labor de zapa de Walesa ha sido propiciada en este caso por las disensiones y los personalismos en el seno de la alianza de izquierdas. Pero motivos no faltan nunca al intuitivo y aún carismático líder, polaco de 51 años, al que muchos de sus conciudadanos acusan de: filibusterismo, de destruir Gobiernos de diferente signo en su afán. de poder y protagonismo político., Torpedeó en 1993 al Gabinete dé Hanna Suchocka y antes lo había hecho con Jan Olszewski, de la derecha de Solidaridad, y con. Tadeusz Mazowiecki, un intelectuál del mismo movimiento sindical.

Ahora, desmantelado como tal hace mucho tiempo el movimiento Solidaridad y mientras el país se prepara para su segunda elección presidencial tras la caída del comúnismo en 1989, los polacos creen que Walesa lo intentará, todo para evitar perder la carrera ante un ex comunista, por reformado que sea. El ex dirigente obrero de los astilleros de Gdarisk es por ahora el único aspirante declarado, pero en la lucha podrían estar desde Kwasniewski hasta el lacónico primer ministro defenestrado Pa wlak o el propio Oleksy, si las circunstancias se lo permiten. Otro. previsible aspirante es el dimitido ministro de Exteriores Andrzej Olechowski, un hombre de Walesa que precipitó la crisis actual al marcharse el mes pasado alegando las inclinaciones prorrusas de Pawlak.

Walesa sabe que un Gobierno estable y duradero en manos de sus enemigos, los antiguos comunistas, le convertirá inevitablemente en una pieza decorativa, y no oculta que busca un reforzamiento de su cargo en la línea de Estados Unidos o incluso Francia, que le permita en última instancia dominar el Gobierno. Polonia se rige por una Constitución provisional o "pequeña constitución" mientras acaba de elaborarse, este año, la que fije definitivamente los poderes presidenciales, que la mayoría parlamentaria de izquierdas quiere irrelevantes. En esta lucha de poderes, que para Walesa puede representar su última oportunidad, está el origen de los ataques, populistas del jefe del Estado contra el Gobierno finalmente caído, y a este própósito sirve su eficaz retórica anticomunista.

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