¿Qué hacer?

Como consta en mi DNI, tengo 18 años y soy estudiante. ¡Qué suerte!, dirán algunos. Para que no vuelvan a pensar eso ni me echen en cara lo afortunada que soy, voy a decirles cuál es mi situación, y temo que, por desgracia, también sea la de muchos otros con mis mismas características. Me he pasado los últimos cuatro años estudiando para poder sacar una buena media y poder entrar en una facultad que me interesaba. Tras haber superado pesadillas y pruebas de selectividad, he podido acceder al supuesto privilegio de ingresar en mi Facultad de Derecho. Cuál ha sido mi sorpresa al encontrarme en un aula con 200 alumnos; con catedráticos (una se pregunta cómo llegan a serlo) que, además de llegar de forma habitual 20 minutos tarde, se dedican a recitar, ¡qué digo!, a leer con voz monótona unos apuntes ridículos y que además nos recomiendan comprar sus libros. He elegido esta carrera porque ingenuamente pensaba que me ayudaría a formar un buen espíritu crítico. ¿Saben cómo se supone que lo voy a adquirir y a desarrollar? Pues recitando como un loro esas notas apestosas.Como comprenderán, queridos mayores, muchas veces, cuando se nos acusa de generación vacía, consumista y demás adjetivos agradables, ¡incluso X!, yo diría más bien que resignada. Créanme, no todos nos dedicamos a las rutas del bakalao, y me siento llena de rabia con esas generalizaciones en las que se encasilla a mi generación. En este país nunca se nos deja opinar, y cuando lo hacemos, se nos ignora por completo. No lo digo por llevar la contraria, porque ahí quedan las acampadas del 0,7, las manifestaciones de los estudiantes de medicina. Pero ¿han servido de algo? No. Cuando ocurre algo así se nos acusa de no saber disfrutar de la libertad de la que fueron privados nuestros padres. Ellos fueron los rebeldes, nosotros seremos los sumisos.

¿Alguien podría indicarnos de forma honesta qué hacer para cambiar todo esto? Nadie contesta nunca estas preguntas. Callaré, como de costumbre; debo estudiar derecho romano.-