Oleada de detenciones de cabecillas insurgentes y en todo el país tras un oscuro operativo policial
El oscuro operativo policial que permitió a la policía mexicana identificar a la cúpula zapatista volvió ayer a rendir frutos. Catorce supuestos miembros de la guerrilla fueron de tenidos a unos 85 kilómetros del Distrito Federal tras un tiroteo en el que un policía murió y otro resultó herido. Jorge Javier Elorriaga Berdegué, el marido de la subcomandante Elisa, cuya captura el miércoles puso en marcha toda la operación, cayó mientras trataba de abandonar la selva Lacandona, el bastión de los rebeldes. Mientras, el Gobierno, temeroso de una reacción popular, ha desplegado 3.000 policías en la capital.
Un alto funcionario de la Fiscalía o Procuraduría General de la República (PGR) declaró ayer que el riesgo de un alzamiento popular en defensa de los zapatistas, tanto en el Distrito Federal, la capital del país, o en otros Estados, es "francamente limitado". Otras fuentes consultadas, sin embargo, aseguran que la preocupación del Ejecutivo, como muestra el despliegue policial en la capital, es notable.El subprocurador, Rafael Estrada, aseguró, tras entrevistarse con la cúpula empresarial mexicana, que el Gobierno confía en que el subcomandante Marcos caiga en las próximas horas. Los empresarios mexicanos, o al menos su cúpula dirigente, están entusiasmados con la decisión mostrada por el presidente Ernesto Zedillo y la eficacia de la policía, confiados en arrancar de raíz el problema de la insurgencia zapatista que, en su opinión, es el, responsable de la crisis de confianza internacional por la que atraviesa México.
La PGR trata de presentar las detenciones de ayer y las del jueves como grandes éxitos, aunque numerosos detalles arrojan sombras cada vez más difíciles de ignorar. Por una parte, Elorriaga fue detenido el jueves por la mañana, según fuentes próximas a la familia, cuando intentaba abandonar la zona controlada por los zapatistas en el Estado sureño de Chiapas, que en cualquier momento puede caer en manos del Ejército. La Fiscalía, sin embargo, no dio a conocer el dato hasta ayer. Por otra, el intento de presentar las armas intervenidas a los detenidos como la prueba de que trataban de extender el estalllido revolucionario a todo el país choca con la miseria de los supuestos arsenales. A los 14 detenidos en Toluca se les descubrió en total seis pistolas de calibre nueve milímetros, una escopeta, y 170 cartuchos, la mayoría de los cuales no servían para ninguna de las siete armas.
La Fiscalía también mostró ayer a la prensa el material incautado el jueves a raíz de la detención de María Gloria Benavides, mas conocida como subcomandante Elisa, la persona que, según las autoridades, reveló los nombres de los dirigentes guerrilleros. El material, aunque más abundante que el del grupo de Toluca, puesto que incluía granadas, también presentaba una notable heterogeneidad de calibres entre armas y municiones. Integraban también el arsenal un paracaídas, una fotocopia de una foto del Che Guevara y un ejemplar de la revista Time y un par de botas viejas y una gorra del Mundial de México de 1986.
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