El papel de Turquía

LOS MINISTROS de Asuntos Exteriores de la Unión Europea han tomado el 6 de febrero una decisión que abre la vía para establecer con Turquía una unión aduanera. Este paso para mejorar las relaciones comerciares con ese país de 70 millones de habitantes ha sido posible porque Grecia ha levantado su veto con la esperanza de facilitar así el camino hacia el ingreso de Chipre en la UE. Ingreso que sólo podría producirse después de la conferencia institucional de 1996 y cuando las dos partes de Chipre lleguen a un acuerdo para restablecer su unidad. De todos modos, cabe saludar el dinamismo de que hace gala en este tema la presidencia francesa de la UE.No es, posible ignorar el papel importantísimo que Turquía está llamada a desempeñar en la actual etapa europea. En tiempos de la guerra fríase valoraba, sobre todo, su situación estratégica fronteriza con la URSS; ahora se valora, principalmente, el atractivo que ejerce Turquía sobre las repúblicas del Cáucaso y de Asia occidental, donde Rusia se enfrenta a graves conflictos. Todo ello refuerza el interés que tiene la UE en estrechar sus relaciones con Turquía. La cuestión de los derechos humanos ha impedido ese acercamiento, y la situación actual es todavía poco tranquilizadora al respecto. Turquía ya no es una dictadura militar y su Gobierno se apoya en una mayoría del Parlamento, pero el Gobierno de la señora Ciller, a pesar de sus promesas en 1993 de abolir la tortura, sigue aplicándola. Y su política hacia la población kurda es puramente represiva. Un informe recientemente publicado por el Departamento de Estado de EE UU sobre este tema asegura que las autoridades turcas no persiguen ante los tribunales a los responsables de "ejecuciones extrajudiciales" y de torturas; y en los pocos casos en que comparecen ante los tribunales, se les imponen penas ínfimas.

La Fundación turca de Derechos Humanos ha denunciado que a finales del pasado año 105 intelectuales, escritores, periodistas y políticos estaban encarcelados por motivos ideológicos. El periódico Ozgur Ulke se ha visto obligado a suspender su publicación por una decisión judicial. Esta perpetuación de la tortura, de las ejecuciones sin juicio y de otros métodos de represión es consecuencia, en gran medida, de la política que Turquía sigue aplicando en el asunto de la minoría kurda, una población de 12 millones de habitantes a los que se les niega el reconocimiento nacional. De hecho, con el pretexto de la lucha contra el Partido de los Trabajadores (partidario de la violencia), en toda la zona kurda hay una verdadera guerra civil, de la que sufre toda la población.

Es significativo que, precisamente en este momento en que esa política represiva choca tan directamente con los intereses nacionales turcos, haya surgido por primera vez en Ankara un partido político, fundado por un empresario y situado más bien a la derecha, que se propone inaugurar una política distinta en el tema kurdo. Fenómeno aún incipiente, pero que apunta a uno de los cambios que más pueden ayudar a que Turquía consiga integrarse plenamente en la Europa política.