Arco se consolida y aumenta su oferta
El mercado abandona la especulación de los años ochenta y se dirige al coleccionismo
Un Arco consolidado pese a todas las crisis abrió ayer sus puertas. La infanta Elena fue la encargada de inaugurar este encuentro anual del mundo del arte. A partir de hoy el público podrá disfrutar de una excelente muestra de la compleja y contradictoria producción de los artistas que viven en estos tiempos de cambio en los que parece definitivamente derrotada la estrecha dictadura de las tendencias al uso y donde la diversidad es el lema. El mercado, si es que alguna vez existió, ha dejado atrás el delirio especulador del final de la década pasada y se centra ahora en crear la base imprescindible para su funcionamiento: la cultura del coleccionismo.La vuelta al Campo de las Naciones, el nuevo recinto ferial de Madrid, pese a las quejas de algunos nostálgicos de lo inmediato, ha recolocado a ARCO en la senda de lo que debe ser una feria de arte contemporáneo, ante todo dirigida al servicio del sector que representa. Era curioso ver ayer por la tarde a la mayoría de los galeristas tranquilamente sentados en sus mesas, con toda la obra instalada, iluminados con una sonrisa expectante, y recordar la tradicional angustia que otros años se extendía hasta el último minuto antes de la inauguración. El espacio generoso, las facilidades técnicas y la impecable organización distan mucho del agobio de otros años.
Pese a la crisis, pese a que los años orgiásticos en los que todo parecía posible -especialmente los precios estratosféricos- no volverán, pese a que, según fuentes internas y tremendamente fiables, las etiquetas señalan valores que están a un nivel de un 40% inferior al de los tiempos de las vacas gordas, el tinglado del arte en España no ha sucumbido, sigue existiendo, y empieza ahora a moverse en coordenadas realistas.
Consigna
La consigna ya no tiene nada que ver con la especulación, con los tiempos en los que comprar arte era lo más parecido a invertir en bonos basura, cuando incluso los gestores de fondos de inversión jugaban a encumbrar a un artista a base de hacer subir su precio esperando que, por la magia de la ingeniería comercial y financiera, su precio se mantuviera siempre a una altura superior a la fijada. Hubo caídas que aún resuenan.
A media tarde, mientras todavía los galeristas se afanaban en colocar las últimas piezas, pudo verse la. suave y discreta llegada de los miembros del exclusivo club de los Amigos de Arco y de los grandes coleccionistas norteamericanos que han sido invitados en esta ocasión. Elegantes caballeros con trajes de alpaca y corbatas Hermés, señoras de exquisita calidad, encabezadas por Rosario Nadal, la esposa del heredero del trono búlgaro, y seguidas por personajes de la, alcurnia de Silvia Coca, Lalo Azcona, Plácido Arango, David Álvarez, Pepe Barroso, Inés y María Entrecanales, Petra Mateos, la princesa Wanda de Lygne, y otros muchos nombres paseaban lánguidamente entre las miradas. ávidas de los galeristas.
Pero ayer, por ejemplo, no estaba Mario Conde -uno de los patrones tradicionales de Arco, a través de la becas Banesto-, quien por lo menos puede vanagloriarse de que sus inversiones en arte le permitieron avalar la fianza para salir de Alcalá-Meco. Tampoco hizo acto de presencia Juan Abelló, que recientemente ha satisfecho su deuda con Hacienda por medio de un cuadro de Tápies. Tampoco estaban las hermanas Koplowitz, aunque algún galerista, como Francisco Fortuny, de la Galería Trama, pensara que eran las compradoras idóneas para algunas de las magníficas telas de Robert Llimós sobre rebaños de cabras. "Esto les quedaría muy bien en un rincón de su Casa de campo", comentaba. Pues bien, quienes conocen, el mercado y sus clientes aseguran que las dos herederas del fundador de El Corte Inglés sólo firman cheques para hacerse con antigüedades. Pocos famosos y muchos profesionales.
Precios
Tres mujeres abrieron la muestra: la infanta Elena; la ministra de Cultura Carmen Alborch, y Rosina Gómez-Baeza, la directora de Arco. El regalo que recibió la infanta, una carpeta de litografías de Eva Lootz de una serie de 95, sería una muestra de lo que ofrece esta edición de Arco, una elección muy precisa pero bastante asequible. La galería de Helga de Alvear, sucesora de. la mítica Juana Mordó, por ejemplo, tiene obras originales -no seriadas- tan baratas como que cuestan 15.000 pesetas con marco incluido. Asequibles son también las acuarelas de Nazario. No se puede quejar ni el más desposeído de los coleccionistas. Desde este precio en adelante la oferta es generosa. Del cosmopolitismo de Arco -23 países están representados- da cumplida prueba la presencia de dos galerías australianas -con excepcionales telas de Pinturas aborígenes- o de una estoniana.
Al margen de las grandes piezas, como las que muestra la colección realizada en tan sólo cuatro años por el Instituto de Crédito Oficial (ICO) -que incluye desde un asombroso original de Gaudí de una de las chimeneas de La Pedrera, pasando por obras inéditas de Dalí, Picasso, Hugué, y los nombres más sonoros de la vanguardia española de principios de siglo-, o de algunas galerías, especialmente las norteamericanas, a las que está dedicada esta edición de la feria, el resto podía situarse en una visión a ras de suelo de la producción actual.
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