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FERIA DE VALDEMORILLO

Una siesta serrana

JLa tarde serrana primaveral invitaba a dormir la siesta y algún aficionado la durmió plácidamente. Serían las cuatro y pico, cuando sonó el clarín, las cuadrillas cruzaron muy ufanas la candente, el sol ponía oros sobre la arenaza (que no merecía tanto), y los plásticos, sopor en los tendidos. Todas las ilusiones permanecían vivas: las de los toreros, por el triunfo; las de la afición, por los toros serios que han dado fama a la feria valdemorillana. Mas no estaba la providencia por satisfacer los honestos deseos y la noble tradición. Llegada la hora de la verdad se pudo comprobar que ni los toreros tenían tantas ganas de salir a hombros, ni los toros fundamento y, en definitiva, poco había que ver allí. Oir, en cambio, sí había. La banda de música interpretaba las escogidas piezas de su variado repertorio con el indómito propósito de encajárselas a los aficionados en los tímpanos, y a fe que lo consiguió.Muchos aficionados no se durmieron del todo por eso, aunque los párpados se les cerraban y la cabeza se les vencía en incontrolado vaivén, hasta rendir viaje en el hombro del vecino. El vecino normalmente era consentidor, salvo que el traspuesto aficionado roncara. Hubo algunas protestas: "Caballero, no me ronque en la oreja", se oía decir allá y acullá. Casos de intolerancia, evidentemente. Quien logró permanecer en vigilia pudo apreciar que los novillos penaban inocencia, mientras los toreros que tan ufanos cruzaron la candente no acertaban a torearlos según mandan los cánones.

iménez / González, Ortés, Manuel

Novillos de Jiménez Pasquau, terciados, flojos, manejables. Rafael González: silencio; palmas y saludos. Regino Ortés: oreja; aviso y silencio. Víctor Manuel: aviso y silencio en los dos.Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero 3ª corrida de feria. Cerca del lleno.

Regino Ortés le dio naturales y redondos sosegados al primero de su lote, pero el animalito estaba tan tullido y crepuscular que la decorosa faenita no suscitó emociones, menos aun entusiasmos. El trasteo que le dio al quinto resultó, en cambio, premioso y aburrido. La siesta, para entonces, ya era colectiva. Rafael González y Víctor Manuel habían contribuído a ella con su destemplanza. A lo mejor estribaba el problema en lo poco placeados que andan ambos novilleros. Afanaba derechazos Víctor Manuel al sexto cuando la banda atacó el pasodoble Gallito. Más bien lo arrolló. Y despertó sobresaltada la afición. Menos mal, porque ya caía la tarde, se enfriaba la candente y traía aires de hielo la noche serrana.

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